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SANTIAGO GIL

Psicografías

Del tiempo

SANTIAGO GIL Lunes, 21 de Mayo de 2012 Tiempo de lectura:

“Toda fruta requiere su propio tiempo”

Todos queremos vivir felices. No creo que haya otro objetivo común que nos hermane tanto. Y sin embargo, aun sabiendo cuál debería ser el fin de todas nuestras decisiones, nos empeñamos en complicarnos la existencia y en no querer ver que todo es mucho más sencillo de lo que parece o de lo que nos cuentan. Nos agobiamos con nuestros propios miedos, con las indecisiones que nos impiden cumplir nuestro destino y con querer controlar absolutamente todo lo que sucede a nuestro alrededor. No es fácil vivir; nunca lo ha sido. Si acaso logramos sobrevivir con una cierta dignidad, pero pocas veces somos capaces de asomarnos a la vida como lo que realmente es, un fogonazo que dura lo que dura nuestra propia mirada, un visto y no visto en donde solo debería tener cabida aquello que nos hiciera más felices, más serenos y más optimistas. Probablemente nos estemos equivocando por no ser capaces de seguir nuestros propios pasos y nuestras corazonadas. No hacemos más que demorarnos y que marcarnos metas como si fuéramos eternos. Y mientras tanto dejamos que pasen de largo las estaciones, los amores y los amigos. Respiramos, claro que respiramos, pero vivir no consiste solo en oxigenar nuestros pulmones.

El otro día le escuchaba decir a un señor en la guagua que él solo se comía la fruta del tiempo. Tendría unos setenta años y hablaba por teléfono con unas de sus hijas. Se notaba que vivía solo, pero que era un hombre equilibrado al que le acompañaba el brío de la buena madera que regala la vida sana. Le repetía a su hija que el cuerpo asimila mejor aquellas frutas que ya tomaban nuestros bisabuelos cada primavera o cada otoño, y que cuando llegara a casa ya tenía preparado un papayo de Mogán y unas fresas de Valsequillo. No sé si ese hombre con pinta de sabio tendría razón, pero todo lo que iba diciendo me servía para pensar en mí mismo. También nosotros somos como árboles que reverdecen y se llenan de fruta, y que otras veces quedan desolados, como esas higueras que parecen osarios cuando las encontramos en febrero en medio de los campos. No siempre seremos primavera, pero no por eso debemos de perder la paciencia. Esa misma higuera, después de soportar lluvias torrenciales y sirocos que amenazaron con calcinarla, la encuentras al paso de los meses cargada de sabrosos higos. Pienso en las higueras salvajes del barranco de La Mina. Nadie las cuida, ni las riega, y son ellas mismas, sabiendo aguantar los días más terribles, las que logran sobrevivir de una forma casi milagrosa. Esas higueras, que se podrían confundir con cualquiera de nosotros, no son más que metáforas de la vida que vamos habitando. Cierro los ojos y pienso en ellas cada vez que me extravío. Y recuerdo que todas las frutas requieren inevitablemente su propio tiempo. También las nuestras.

CICLOTIMIAS

Todo lo que nombras deja de ser un sueño.

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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