No hay Banco bueno
Parece nos va a tocar a la sociedad civil, siguiendo el ejemplo de Islandia, remediar esta extrema degradación institucional exigiendo la caída de los responsables gubernamentales y empresariales
En
la última reunión del Banco Central de la Unión Europea, recientemente
llevada a cabo en España, entre las grandes inquietudes de la
institución no estaba la de implementar medidas urgentes de financiación
que generen la multitud de empleos o subsidios dignos que precisan los
millones de ciudadanos y ciudadanas empobrecidos de Europa, Sí se
manifestó, en cambio, la necesidad de encontrar soluciones urgentes al
crítico estado de solvencia de la banca española, una de las más
saneadas del continente, según se nos hacía creer hasta hace poco
tiempo.
Resulta
que no, que “nuestra” banca está lastrada por operaciones de crédito
fallidas en la escandalosa cifra de unos 184.000 millones de euros, la
gran mayoría de ellas originadas en los años de especulación en torno a
la llamada burbuja inmobiliaria y en el posterior descalabro económico
de su estallido. Una gravísima situación de solvencia fallida que se ha
venido permitiendo por la autoridad económica -el Banco de España- y por
la autoridad política -el Parlamento nacional- hasta hoy mismo.
La
connivencia, desde hace décadas, en los países occidentales de las
instituciones públicas con los intereses financieros privados es lo que
ha provocado, desde la gran crisis, el desmoronamiento de “la economía
real” -la que sostiene a la gran mayoría de las empresas y de los
empleos- por falta de crédito. Tras el hundimiento del casino
financiero, y a pesar de las importantes inyecciones de liquidez
aportadas por los Estados, las organizaciones bancarias globales vienen
incumpliendo su crucial función de aportar financiación a la economía
productiva, lo que condena a miles y miles de empresas al cierre y a
millones y millones de ciudadanos y ciudadanas, al desempleo y la
precariedad.
Esta
contracción del crédito practicada, impunemente, por la banca
multinacional obedece, fundamentalmente, a dos causas. En primer lugar, a
la desesperada necesidad de acumular provisiones con las que cubrir los
abismos de insolvencia que ocultan sus tramposos balances de ganancias y
pérdidas. Pero también, para continuar lucrándose, especulando en el
mercado de valores. En la Unión Europea los procedimientos arbitrados
para la financiación de las administraciones estatales son terreno
abonado para la especulación abusiva de los bancos continentales. Estos
obtienen el dinero, que luego prestarán, de las delegaciones del Banco
Central a un interés mínimo, las cuales lo han recibido, a su vez, de
las aportaciones de los Estados miembros. El circuito se completa con la
recolocación de las divisas, a intereses notablemente superiores, en
las deudas públicas emitidas por los gobiernos de los Estados que
aportaron los fondos.
En
España, la afinidad en los intereses neoliberales de las élites del
bipartidismo hegemónico y su extrema dependencia financiera con los
poderes económicos, ha provocado desastrosos efectos en nuestra
democracia, nuestra economía y nuestra sociedad. Por ello, la
indefensión y la exclusión atenazan la vida de multitud de ciudadanos y
ciudadanas. No obstante, el Gobierno y el Banco de España tienen como
prioridad minimizar solo el fiasco del ladrillo y a gusto del sector
financiero. Para ello, estudian, entre distintas posibilidades, la
creación de un “banco malo” donde desplazar los activos “tóxicos”.
Llegan tarde, aquí ya no hay banco bueno, que valga.
Pero a grandes males, grandes remedios. Parece nos va a tocar a la sociedad civil, siguiendo el ejemplo de Islandia, remediar esta extrema degradación institucional exigiendo la caída de los responsables gubernamentales y empresariales y la intervención inmediata de las instituciones financieras en bancarrota falseada, para nacionalizar las partes saneadas y crear una banca pública, al servicio del interés general y de la economía productiva. Junto a todo ello, habrá que realizar una auditoría nacional sobre la indignidad de la deuda soberana que soportamos, que ahí, también hay mucho que destapar. Y ¡que cada palo aguante su vela!.
Xavier Aparici Gisbert. Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
http://bienvenidosapantopia.blogspot.com.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.









Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.157