LA ODISEA DE LOS CANARIOS EN TEXAS Y LUISIANA
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El libro fue prologado por el desaparecido Antonio Cruz Caballero, abogado, ex-director general del Patronato de Turismo de Gran Canaria, ex-director general de Justicia y de Consumo del Goberno de Canarias. Un hombre que conoció in situ a los descendientes de aquellos americanos que aún se sentían “canarios” .
Otra de las prologuistas fue Lucia Teresa Cavallero García, cuyo prólogo reproducimos seguidamente.
TODOS SOMOS EMIGRANTES
Lucía Cavallero García
Técnica de Empresas y Actividades Turísticas
Especialista en Protocolo y Relaciones Institucionales
Cuando José M. Balbuena me pidió que le prologara este libro, y fue entonces cuando pude sentirme capaz de corresponderle, tuve que hacer un cariñoso esfuerzo por perdonarle. No sólo me estaba metiendo en el compromiso de redactar estas palabras para presentar la obra que suponía el culmen de largos años de trabajo con tremenda dedicación, sino que además me estaba otorgando un honor que en absoluto creo merecer. Me puse entonces manos a la obra y comencé por donde debía: leí “La Odisea de los Canarios en Texas y Luisiana” .
Como muchos saben, José Manuel Balbuena es uno de los más grandes periodistas de turismo de la Prensa Canaria. Lo que lo convierte en uno de los más importantes profesionales de esta rama de todo el mundo, si tenemos en cuenta, como afirma Santana Turégano en su tesis doctoral, que solamente la población de Maspalomas supone Un libro que conviene leer es el titulado “La Odisea de los canarios de un tercio del turismo de Canarias, un siete por ciento del turismo nacional y nada más y nada menos que un 1% del turismo mundial. Tendría que ser alguna la razón de su profesionalidad y su rigurosidad científica.
Una prueba de ello la tenemos en este libro. Un instrumento de investigación que servirá a todas aquellas personas que quieran adentrarse en una de las expediciones más emprendedoras en las que se ha enrolado un canario en toda su historia conocida. No hace mucho llegó a mis manos un recorte de periódico en el que se exhibía una fotografía: un barco velero de no excesivas dimensiones repleto de hombres sonrientes tiznados por el sol llegando a puerto. A pie de foto rezaba: imagen de los tripulantes de “La Elvira a su llegada al puerto de Garupano, Venezuela, en mayo de 1949" y, bajo la misma, se podía leer: “Apresados en Venezuela 160 inmigrantes ilegales canarios”l. Efectivamente se refería a una inmigración del siglo pasado, (siglo XX) muy posterior a la que Balbuena relata en este libro que usted está a punto de comenzar. Pero permítame hacer una reflexión antes de que lo haga. Fueron esos hombres, mujeres y niños de la fotografía, provenientes de las diferentes Islas Canarias-que empacaron rumbo a América no queriendo quedarse aislados y luchando contra ese sentimiento de la soledad redimible que tiene el isleño- los mismos que lo habían hecho en los siglos XVII y XVIII según nos cuenta aquí Balbuena. ¿Habrá alguien, después de todo, que dude de la gallardía de los canarios? Sin lugar a dudas, este pueblo de acallada historia prehispánica siempre tuvo una incuestionable naturaleza emigrante.
Así mismo lo ha entendido el autor en este libro en el que se reflejan los dos medios que tiene el insular para relacionarse con el mundo: por un lado, su evasión histórica, la emigración, y por el otro lado, la cita en sus orillas con las gentes de fuera.. Al fin y al cabo la emigración y la hospitalidad son componentes en la forma de ser del canario.
En los siglos XVII y XVIII en Canarias, las familias tenían graves problemas para adquierir tierras de agricultura debido a la existencia de latifundios, mientras que los gobernantes de España necesitaban poblar los lugares recién conquistados allende los mares. Esta complementación de necesidades hizo posible que los enviados para tal fin fueran canarios en una de las paradojas más curiosas de la historia canaria que se me antoja: en esta expedición los colonizados pasarían a ser colonos en territorio americano. El beneficio era obvio, se les había alimentado con la idea de obtener como pago por su lealtad y buena disposición a los designios de la corona grandes extensiones de tierra e, incluso, cargos administrativos importantes. Y cumplieron su palabra. Su función quedaba, entonces, claramente delimitada. Transmitirían con su asentamiento: el lenguaje, la religión y los conocimientos gastronómicos, folclóricos y de artesanía, así como de ingeniería y comerciales.
Llegados a este extremo, podríamos definir dicha emigración como una emigración fundamentalmente cultural y pacífica aceptada por los nativos americanos sin choques de importancia referencial. Sólo nos basta destacar los cargos que viene a ocupar, en San Antonio de Texas, algunos de los canarios y que magistralmente se ha encargado Balbuena, en este libro relacionar según los años de mandato y los apellidos -adentrándose incluso en sorprendentes y curiosos estudios etimológicos de los mismos mediante los cuales llega a conclusiones fascinantes-. En esta población, según nos cuenta, los canarios obtuvieron cargos como el de alcalde o presidente del Cabildo, así como también trabajaron en la dirección de obras públicas de gran envergadura que han persistido al paso del tiempo y que aún pueden visitarse a día de hoy, dejando clara constancia de la impronta de los isleños al otro lado del Atlántico.
Según sabemos, el canario fuera de sus islas tiene capacidad de integrarse en el lugar que lo recibe, sin olvidarse por ello de su tierra de origen. Sin embargo, Balbuena nos refleja en este libro, además, como este sentimiento de pertenencia a la humanidad ha perdurado, sin entender de fronteras ni prejuicios, en los descendientes de aquellos canarios que un día llegaron a América -únicos protagonistas de esta obra- y, que aún hoy siguen regresando, buscando sus raíces y manteniendo los lazos entre ambos continentes, creando para ello asociaciones de canarios en América con la colaboración de los respectivos gobiernos.
Los efectos de esta naturaleza que determina al canario la gozo yo misma al sentirme canaria, proviniendo del Perú. Después de más de 25 años viviendo y trabajando para San Bartolomé de Tirajana me siento cómoda asegurando que entiendo esa característica del canario, la comparto y la vivo. Y ellos porque aun sabiendo que mis orígenes por parte de padre y madre son de Italia y de España, respectivamente, mi tierra no puede ser otra que la que la que tan calurosamente me ha acogido: Canarias.
Y es que, al fin y al cabo, los canarios somos como las islas que habitamos: apenas un paso de viajeros, hermoso eso siempre, en el corazón del mar. Así podremos entender que desde los años 50 el archipiélago comenzara a experimentar el fenómeno turístico, debido en gran medida a la bonanza del clima y a la amabilidad de su gente.
Gracias José Manuel por este libro tan necesario para la historia de Canarias y del mundo. Sólo puedo desear que cumpla su función de recordarnos lo que fuimos y lo que somos, y que a inmigración que sigue llegando a nuestras islas, que son de todos, sigue siendo parte nuestra. Por este libro, y por tí, te perdono el compromiso de haberme hecho prologarte.
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