¿Democracia interna? ¡Ja!
De forma inmisericorde lo ha fulminado de las listas a las elecciones del 20 de noviembre
Si
existe un término manoseado hasta extremos pornográficos por los
partidos políticos es el de la democracia interna. No hay formación que
se precie que no acuse a la adversaria de que se carga el espíritu
crítico, pero eso sí, cuando la purga es en casa propia entonces toca
ahuecar el ala, apostar por la táctica del avestruz y si cuela, cuela.
Al final, como decía Alfonso Guerra, el que se mueva no sale en la foto y
si no que se lo digan a Gustavo de Arístegui, denostado por Mariano
Rajoy en la bajadita.
El presidente del Partido Popular ha
querido ajustar cuentas con alguno de los críticos del congreso de 2008
en Valencia y uno de ellos fue precisamente el señor Arístegui, un
político válido, capacitado, gran conocedor de la geopolítica
internacional y, por qué no, hasta un posible ministrable. Pero está
claro que la labor desarrollada en estos tres largos años en el Congreso
no le han supuesto la clemencia del líder de Génova. De forma
inmisericorde lo ha fulminado de las listas a las elecciones del 20 de
noviembre. Da lo mismo que estemos hablando de una persona capaz, aquí
lo que ha primado es ser crítico al régimen y, por tanto, a la 'siberia
del destierro'.
Parece incuestionable, al hilo de lo que publican
los periódicos todos los fines de semana, que la victoria del PP va a
ser arrolladora, pero eso está provocando que aflore a la superficie una
cierta actitud autoritaria, déspota, como ya creyéndose estar en el
machito de esa mayoría absoluta y olvidando algo fundamental y esencial,
que las elecciones aún no han sido y que los sondeos no son una ciencia
exacta, precisamente y de ello tienen sobrada experiencia en la sede de
Génova.
Por eso, a mí que no me vengan luego con cuentos que si
en el PSOE, en IU o en UpyD quieren cargarse la democracia interna. Eso
es un mal que le afecta a todas las formaciones, no gustan los
disidentes, hay que votar en los congresos a la búlgara y eso al final
no es nada bueno. Todos podemos estar de acuerdo en la necesidad de un
líder fuerte. Es más, al final es lo que da un plus a la hora de llevar a
cabo un proyecto político, pero la capacidad de encabezar una
organización no puede ser un arma de doble filo para cargarte de raíz a
quien no te baila el agua o quien expresa en su momento una opinión
contrapuesta al pensamiento único.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.








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