Viviendo en San Borondón
El Cuauhtémoc en Gran Canaria
JOSÉ F. FERNÁNDEZ BELDA
Jueves, 06 de Octubre de 2011 Tiempo de lectura:
Pasear por sus cubiertas observando los detalles, el orden de los cabos para la maniobra de las velas, el impecable estado de las maderas y el brillo de los bronces es un auténtico placer para la vista y para el espíritu
Por novena vez desde su botadura, el “Cuauhtémoc”, Buque Escuela de la armada de México ha recalado en el Puerto de la Luz y Las Palmas. Su bella estampa puede ser admirada en el dique donde atracaban los añorados Jetfoil. Esta recalada es la segunda que hace en el Muelle de Santa Catalina bajo el mando del Capitán de Navío Don Marco Antonio Vila Vivaldo, que por cierto festejó su onomástica en nuestra ciudad, espero que con humor y alegría.Se trata de una estilizada goleta con aparejo tipo “brick-barca” en tres mástiles. En los dos primeros palos, el trinquete y el mayor vistos de proa a popa, montan 10 velas cuadras en sus 47 y 45 metros de altura respectivamente. En el bauprés, el palo casi horizontal en la proa, y en el mesana, tercer mástil detrás del mayor hacia la popa, aparejan otras 13 velas de cuchillo: 5 foques, 6 estays, la escandalosa y la cangreja. Viéndolo navegar a todo trapo recuerda inevitablemente aquellas viejas películas de piratas surcando los Mares del Sur. Máxime si el capitán gritaba aquello de “timonel, rumbo sursuoeste”, más o menos el mismo que tomó Cristóbal Colón tras dejar atrás la Isla de El Hierro en una época similar a ésta donde soplaban parecidos vientos alisios. Siglos pasados y siglo XXI se dan la mano con marinera complicidad, día a día, en cada singladura. El romanticismo no ha muerto, gracias a Neptuno.
Este velero fue construido en los astilleros Celaya, en Bilbao. Se puso la quilla en gradas el 24 de julio de 1981 y fue entregada a su primera dotación de la Armada de México el 29 de julio de 1982, un año y cinco días después de su inicio. Estos astilleros del País Vasco también construyeron otros tres buques escuela para sendos países de Sudamérica, el “Simón Bolívar” para Venezuela, el “Guayas” para Ecuador y el “Gloria” para Colombia.
Pasear por sus cubiertas observando los detalles, el orden de los cabos para la maniobra de las velas, el impecable estado de las maderas y el brillo de los bronces es un auténtico placer para la vista y para el espíritu. Hoy, afortunadamente para los lobos de mar, los trabajos a bordo no son tan penosos como antaño. Por ejemplo, los cabrestantes son eléctricos y no a tracción humana con el frío helando y cortando las manos, hay iluminación para la maniobra nocturna, hay comida caliente elaborada en unas cocinas modernas, hay ordenadores, radio y televisión y ya no hay camas “calientes”, aquellas en las que se dormía por turnos para ahorrar espacio.
Navegar en uno de estos grandes veleros, sin la menor duda, fortalecen la mente, el compañerismo y el espíritu y la disciplina que debe acompañar siempre a un marinero. Por eso casi todas las armadas del mundo consideran esencial que sus futuros oficiales hagan al menos un crucero de instrucción o de reciclaje en alguno de estos buques escuela.
Imaginarse navegando junto a la rueda del timón y mirando el medidor de inclinación lateral mientras se remonta el viento, con el viento y la espuma del mar dándote en la cara es algo que sólo pueden imaginar los que alguna vez han tenido el privilegio de navegar a vela, aunque sea en un barco ligero. Ir en un barco a motor es moderno y rápido, se controlan con bastante exactitud rumbos y tiempos. Surcar los mares a vela es una experiencia casi mística, donde puede suceder lo inesperado y el tiempo se mide de otra forma. Tal vez por eso cobró sentido para mí aquella frase del tuareg del desierto, espacio tan parecido a la mar océana: “tú tienes el reloj, yo tengo el tiempo”.
La visión del aparejo iluminado al atardecer en el Muelle de Santa Catalina, ha sido una estampa singular en estos días. Los que pudieron y quisieron visitar el “Cuauhtémoc” fueron recibidos por la oficialidad, guardiamarinas y tripulación con una amable sonrisa, cumpliendo a la perfección una de las misiones que le fue encargada para este periplo “Mediterráneo 2011” y que es el ofrecer personalmente en todos los puertos de recalada un mensaje de paz del pueblo mexicano. Bienvenidos han sido todos ellos a España y a Canarias y ahora les deseamos de todo corazón que Eolo les proporcione vientos portantes hasta su arribada a Cartagena de Indias, en la costa caribeña de Colombia, el próximo uno de noviembre tras recorrer unas 3960 millas, previstas, por el Océano Atlántico. ¡Que así sea!
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.







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