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Los malos hábitos

Lunes, 18 de Abril de 2011
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Es triste que tengamos que estar siempre repitiendo la presencia de una serie de malos hábitos o resaltar las carencias que se detectan en nuestra capital o demás poblaciones, en nuestra isla, y en general, en todo el archipiélago. Una desidia que se ve incrementada por la actual crisis económica, y yo diría también social. Son cuestiones que tienen que ver con la educación, con la convivencia, con la sensibilidad medioambiental y también con las iniciativas de las administraciones canarias, que a veces, ni siquiera se materializan en propuestas o en inversiones. En esta ocasión me detengo en un tema que debería preocupar a los ayuntamientos, o a las corporaciones insulares, porque daña notablemente la imagen que ofrecemos ante nuestros miles de visitantes, y también empaña la buena imagen de la isla. Para nadie es un secreto que una buena parte de nuestra población no tiene ningún reparo en ensuciar lo que le rodea. Da igual que sea su barrio, sus jardines inmediatos y parques, sus playas o sus montes y lugares de concentración humana. Es un hábito que podría erradicarse si en los actuales centros escolares (y da igual que sean públicos o privados) se pusiera más énfasis e interés en sensibilización y educación medio ambiental, en el respeto que merecen nuestras poblaciones y los demás ciudadanos. También podría erradicarse, si desde los hogares se educase a los niños en estas cuestiones. Pero, a veces, son los propios padres los que dan el mal ejemplo. Entonces, ¿qué se puede esperar? En los países europeos más adelantados se dictaron unas normas hace bastantes años encaminadas a educar a los ciudadanos, bien sea a través de consejos y recomendaciones, o con sanciones administrativas. Fueron educados para que se cumplieran las normas y las leyes. Aquí es posible que en algunos ayuntamientos existan esas normas, pero todos sabemos que generalmente no se cumplen. Todavía no hemos visto a ningún policía municipal multar a quienes arrojan objetos en las calles, en los parques o en las playas, o en el campo. Ni tampoco a quienes permiten que sus perros y mascotas hagan sus necesidades en las calles y luego no las recogen, que es lo que deberían hacer. En Las Palmas, los municipales están pendientes en las calles para comprobar si los conductores cometen la menor infracción y multarlos. Me parece muy bien que lo hagan porque todos tenemos que respetar las normas de tráfico, pero no ponen el mismo interés cuando hay otro tipo de infracciones que tienen que ver con la convivencia o la limpieza que merece nuestro entorno. ¿Por qué sucede esto? Pues me supongo que será porque los políticos y sus superiores no les dan instrucciones sobre tales temas y pasan de ellos. De ahí la anarquía que se observa en nuestras ciudades relacionadas con tales aspectos. El concepto que tienen muchos extranjeros procedentes de países donde las normas están para cumplirlas es que nosotros somos unos guarros. Algunos nos llaman a Canarias “Dustland”, o tierra de la basura. Estoy harto de que se generalice y de que nos metan a todos en el mismo saco, porque no todos los canarios somos así. Hay gente que ama, defiende y admira a su tierra. Pero más se sorprenden aún los que nos critican al comprobar que las autoridades, en general, no se esfuerzan para que esta situación y esta idea desaparezca. No es que tengamos que tener unas islas limpias y cuidadas para complacer a nuestros visitantes, sino por respeto a nosotros mismos. Es vergonzoso ver que muchos de los que van al campo, a una bosque, a una playa, o a una área recreativa o a muchos de nuestros lugares más visitados, como algunas de las personas que acuden allí no se comportan como deben, ni se molestan en recoger los desperdicios de comida, las botellas, sean de plástico o de vidrio, los papeles, etc y colocarlos en contenedores, que tienen probablemente cerca. O de meterlos en una bolsa para tirar esa basura en el primer contenedor que encuentren. Los alrededores del Parador de Tejeda, el Mirador de los Pinos de Gáldar, nuestros pinares y otros tantos lugares muy visitados de la isla se encuentran sucios. Pero hay algo más. Ahora con la nueva norma de que no se puede fumar en locales cerrados, es ya habitual ver que funcionarios, oficinistas, enfermeros o enfermeras, etc. salir a la calle para satisfacer su afición al tabaco. Me parece muy bien que lo hagan. Lo que ya no parece tan bien es que luego dejan todos los alrededores (aceras, jardines, etc.) llenos de colillas. ¿Tanto trabajo cuesta apagar los cigarros y echarlos en una papelera, o llevárselos para tirarlos en el lugar adecuado? Ya, por último quiero comentar que por fin el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha decidido que algunos de los eventos que se celebraban en el Parque de Santa Catalina, se trasladen a otros lugares de la ciudad. Entre ellos está la llamada Feria de Abril (costumbre andaluza que se está implantando aquí, no sin ciertas reticencias de los “puristas” canarios) Creo que también se prohibirá la celebración de los Carnavales, aunque si permitirán que se organicen allí el Womad y el Festival de Teatro y Danza. Las protestas de los vecinos que tienen que soportar los ruidos, la suciedad y algunas barrabasadas de algunos, es lo que ha llevado al ayuntamiento a considerar estos asuntos. De todas formas, Las Palmas de Gran Canaria tiene pendientes algunas obras e iniciativas entre las que se encuentran un parque de la música, o un recinto para celebrar los actos públicos del Carnaval.
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