Cada vez que la opinión pública se inquieta con un grave problema económico o social, la casta política en el poder intenta anestesiarla utilizando una cortina de humo, en forma de enemigo externo como responsable de los desastres. En tiempos de Franco era la conspiración comunista judeo-masónica. Hoy, según Zapatero con su gobierno y sus altavoces mediáticos, son los especuladores internacionales buscando destruir tan preclara luz y faro mundial, urdiendo una diabólica conjura ultraliberal que de al traste con la confluencia planetaria anunciada pomposamente por Leire Pajín. Mucho nubarrón hay en el cielo para poder verla.
También hay “enanos infiltrados” interiores, porque aunque seamos escépticos, haberlos haylos, al menos eso parece creer un insigne y flamante ministro gallego, también bastante flamígero en sus diatribas llenas del nuevo “temple” que sustituye al desgastado “talante”. Por ejemplo, la culpa de los desastres económicos de AENA y su red clientelar de aeropuertos ruinosos, promovidos y cobrados por políticos, es de los controladores aéreos. Pero no hay problema, el Sr. Ministro de Fomento (de la Propaganda y el Agitprop, precisan algunos) salvará a España en general y a Canarias en particular, de su amenaza de dejarnos sin turistas esta inmediata Semana Santa. Dicta el RDL 1/2010, que será refrendado sin duda por el sumiso Parlamento entre ausencias y ausencias, entre cabezadas y cabezadas, para no decir con parlamentarios dormidos o durmientes y recordar la sutil y festiva diferencia establecida por Camilo José Cela cuando le recriminaron su sesteo en el Senado.
El profesor Florentino Portero decía hace unos días que cada vez con más frecuencia, y últimamente de forma casi exclusiva, el Gobierno anuncia el envío de leyes y más leyes al Parlamento, para que estas las aprueben, suplantando así su labor institucional y la clásica separación de poderes. Visto el bien rodado rodillo socialista, estrenado ya en tiempos de Felipe González y recordado cada viernes por Teresa de la Vega cuando no hace oposición de la oposición, es evidente que Montesquieu en España está muerto, bien muerto y enterrado boca abajo por si acaso le diera por resucitar. El obituario lo pronunció Alfonso Guerra.
Si esto es así, el camino que se está recorriendo actualmente en España es, como mínimo, preocupante y liberticida. Puede leerse en la Wikipedia que “los totalitarismos, o regímenes totalitarios, se diferencian de otros regímenes autocráticos por ser dirigidos por un partido político que pretende ser o se comporta en la práctica como partido único y se funde con las instituciones del Estado... Impulsan un movimiento de masas en el que se pretende encuadrar a toda la sociedad (con el propósito de formar un hombre nuevo en una sociedad perfecta), y hacen uso intenso de la propaganda y de distintos mecanismos de control social y de represión…”. ¿No suena esto a los recién creados Comités Audiovisuales o al ansiado por ellos control de Internet vía la “patada en la Web”?
Entre la casta política se ha instalado la perversión sistemática del lenguaje. Usan eufemismos para no llamar a las cosas por su nombre. Lanzan cortinas de humo, en forma de debates secundarios magnificados, para no hablar de las cosas comunes importantes. Quien no defiende ciegamente al PSOE y las ocurrencias de Zapatero, es que es del PP o rajoísta y además un fascista clerical, por cierto con gran mosqueo de Rosa Díez o de Llamazares por su imputación de “seguidismo pepeísta”. Y para los otros directivos de esas peculiares S.L. que son los partidos autonómicos, según se cotice el apoyo en la lonja parlamentaria o ministerial. La prensa que pide esclarecer el 11-M o el chivatazo del Bar Faisán, es ahora “conspiranoica” y hace unos días era el “sindicato del crimen”, que por cierto acabó con dos ministros y un secretario de estado en la cárcel. Se habla de los controladores aéreos o de los pilotos, por ejemplo, para no abolir los privilegios de los políticos y de los muy subvencionados sindicatos y patronales. Una explicación detallada y con autoridad de esta perversión totalitaria del lenguaje, señalando al “otro” como el culpable de todos los males que sufren los ciudadanos bajo un mal gobierno, (bien sea ese otro un judío, emigrante, fascista, banquero, etc.), puede leerse en el capítulo El final de la verdad del excelente libro “Camino de servidumbre”, un ensayo político altamente recomendable de Friedrich A. Hayek, cuando dice que “pocos trazos de los regímenes totalitarios son a la vez tan perturbadores para el observador superficial y tan característicos de todo un clima intelectual como la perversión completa del lenguaje, el cambio de significado de las palabras con la que se expresan los ideales de los nuevos regímenes”.
De forma clara y contundente, como Esperanza Aguirre suele hacer en sus declaraciones, lo expresó en el Foro de ABC, en su antológico discurso “No me resigno”, cuando reafirmaba sus principios políticos, éticos y morales: “…No me resigno a que el Partido Popular no dé las batallas ideológicas y sea capaz de ganárselas a los socialistas… Y no me resigno a no desmontar todas las trampas ideológicas que nos tienden nuestros adversarios”.
Tampoco sería malo recordar a Lord Acton, político inglés muy crítico con el nacionalismo, que acuñó el conocido aforismo “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Para nuestra desgracia, parece que es así. Y aunque podríamos solucionarlo democráticamente, seguimos gritando “vivan las caenas”. ¡Qué pena, penita, pena!







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