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Convivencia o barbarie

Sábado, 13 de Diciembre de 2008
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Alguien dijo que en determinadas ocasiones el silencio es la palabra más contundente para quien no merece si quiera una respuesta, pero también no deja por ello de ser cierto que cuando los minutos de silencio ya son muchos y por muchos, la palabra debe tomar su protagonismo y acompañarse de una mayor contundencia porque hay quienes sí que merecen una respuesta. Todos coincidimos en que una sociedad que se ha dado así misma herramientas e instrumentos para su funcionamiento y convivencia democrática, no caben ni el asesinato, ni la extorsión, ni las bombas como formas de expresión política. Todos condenamos como expresiones que van contra la razón y el signo de los tiempos fenómenos que, como el racismo y el maltrato, colocan a seres humanos en situaciones de sufrimiento y muerte día tras día. Ante unas y otras es cierto que el Estado de Derecho pone de su parte para su erradicación, es cierto que el sistema educativo implementa actuaciones y programas que puedan permitir un cambio de valores y conductas, pero cuando lo que empieza a aflorar, cada vez con más fuerza, es un fenómeno que precisamente afecta a quienes van dirigidas muchas de esas actuaciones, muchos son los esquemas que merecen replantearse y además de forma urgente. No es verdad que la violencia juvenil sea un fenómeno nuevo. Para pocos es un descubrimiento y sería un acto de irresponsabilidad decir que es algo puntual. Cosa distinta es que, hasta ahora, ha pasado de puntillas para el conjunto de la sociedad, pero no para nuestros jóvenes, el pilar más preciado que tiene todo país, que si han estado sufriendo en sus carnes esta problemática. En una sociedad que ha visto surgir nuevas formas de familia y el encontronazo de éstas con un sistema no preparado para su encaje; en una sociedad que ha permitido que se pierdan determinados valores para mimetizar otros de dudosa riqueza; en una sociedad donde los educadores se han quedado sin apenas herramientas ni autoridad que necesitan y seguro podrían ejercer responsablemente; en una sociedad donde una minoría de comportamientos intolerables han sido encumbrados a la categoría de socialmente permisibles y hasta modelos a copiar, en esa sociedad que todos y todas hemos permitido por acción u omisión que germine, ya hay abierta una herida que supura barbarie y se aleja del modelo de convivencia que deseamos. Si los expertos tienen claras sus causas, el Estado las herramientas disuasorias y de resocialización para hacerle frente, los legisladores y la administración de justicia no deben demorar por más tiempo, con criterio pero sin prejuicio alguno, una solución para este tema. Eso o dedicarnos a lamentar de aquí en adelante más muertes, ahondando más la lógica preocupación, perplejidad y frustración contenida de la mayoría social que asiste a casos que se repiten demasiadas veces ya. La convivencia política ha conseguido su marco, mejorable pero con unos mínimos muy considerables. La convivencia que se debe dar en el hogar y el ámbito laboral ganan cada día más el suyo, pese a los sobresaltos pero con firmeza frente a la intolerancia de algunos. Toca trabajar muy seriamente otras formas de barbarie que están afectando sobre todo a nuestros jóvenes, a nuestro futuro, a quienes son hijos e hijas de todos nosotros de una u otra forma. Es hora de cerrar el debate, ponerle coto a algunos prejuicios y actuar. Aureliano Francisco Santiago Castellano es alcalde de Telde
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