Estimada señora:
No acabo de entender porque permitió que la oposición llevara al pleno la propuesta de recuperar las funciones del medio ambiente, acción que solo sirvió para enterarnos de que usted sabía la situación actual del contrato que nos vinculaba a la entidad adjudicataria y que ello le confería autoridad suficiente para actuar sin que fuera necesaria esa aprobación.
Le hubiera bastado con precintar la obra motivo de tanta controversia, para anular el envite de la oposición y evitar tener que hacerlo ahora obedeciendo el mandato del pleno y de paso se hubiera evitado el escandaloso descalabro de la coalición gobernante,
¿Por que aceptó ese desafío?
¿Tan segura estaba que sus peones acatarían sumisamente la disciplina del partido?
¿No se dio cuenta que en el anterior pleno la cuota de desvergüenza que usted les exigía rebasaba ya lo intolerable? Era predecible que en la primera oportunidad, los más serios del grupo se negaran a continuar con su ignominioso papel de marionetas.
Yo creo que le traicionó la soberbia y al darse cuenta de su error la emprendió con la oposición profiriendo insultos desmesurados y a destiempo, que ponían al descubierto su manifiesta inseguridad y la falta de liderazgo que patéticamente intentaba alimentar buscando ávida con la mirada el refrendo de su aliada.
Permitió que de forma incontrolada y prepotente, la representante socialista se sumara al desconcierto arengando para que echaran a la calle a los que se oponían a sus tesis.
Y como contrapartida, el inmisericordioso ataque de una oposición que, disfrutando del manjar que la incompetencia y el empecinamiento del grupo gobernante había puesto gratuitamente a su alcance, movía ferozmente sus mandíbulas tratando de destrozar, pedazo a pedazo, cualquier posibilidad de clemencia. El nerviosismo de su grupo resultaba patético.
Así dice el líder de la oposición que les está esperando sentado bajo una higuera.
Aquello fue como abrir una caja de Pandora que contuviese en su interior toda la prepotencia, mezquindad, avaricia y un odio maligno y preocupante, aunque al final como en el cuento de Pandora surgió algo muy parecido a la esperanza en la figura de unos concejales que rompiendo el rencoroso orden establecido políticamente, hicieron una apuesta por el entendimiento con el pueblo.
Unos días después del pleno, nadie habla ya de precintar la obra motivo de este revuelo. Lo que toca a nuestra clase política es denostar a los que pusieron su dignidad por encima de la disciplina de partido y proponerlos para su expulsión y castigo, en un ejercicio vergonzoso de insensibilidad para valorar la importancia ética de su gesto.
En este endiablado asunto de la cárcel todos estamos fuera de contexto, los hermanos Tito con su desvergonzada y desafiante actitud, los vecinos obligados a interpretar un papel que no les corresponde, la policía nacional formulando denuncias exclusivamente contra los vecinos y no sobre quienes intentan realizar unos trabajos ilegales, nuestra policía local levantando actas de esta sin razón.
Y usted, de una vez por todas, ¿donde está?
A estas alturas de la película ya no se nos permiten las ambiguas posturitas de, si pero no. Usted no está en contra de la cárcel, sino a favor de ella y no esconda su nihilismo amparándose en confusos vericuetos legales.
Por que mientras todo esto sucede en nuestro alrededor usted justifica su falta de compromiso con ese recurrido y sospechoso miedo a prevaricar. Aquí todo el mundo hace de su capa un sayo, menos usted, que nos ha sido enviada por los cielos para llevarnos a despeñarnos en los altares de Atis Tirma, eso sí, por los caminos de la justicia y el buen hacer.
Empiezo a sospechar que no hay nadie mas legal y honesta que nuestra Alcaldesa y que si ella no precinta las obras es que legalmente no puede hacerlo, por que al fin y al cabo quién es esta sencilla mujer, además de la Alcaldesa del Municipio más importante de toda Canarias.
Hace falta mucho carácter para llevar con dignidad el peso de la grandeza, usted por desgracia no sabe quién es, ni a quienes representa.
Andrés Santana, 8 de julio de 2008







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