Leyes para ricos

Resulta de todo punto esperpéntico que existan ciudadanos de primera y segunda categoría en relación la legalidad vigente y, por ende, a la aplicabilidad de ésta, máxime, cuando nuestra propia Carta Magna establece de manera inexorable la igualdad que ha de primar al efecto para todos y cada uno de los españoles.

Hubo un tiempo en el que, efectivamente habían tres poderes diferenciados, el Ejecutivo, Legislativo y, finalmente el Judicial, órganos independientes el uno del otro que ahora, de manera desgraciada están plenamente inter relacionados entre sí y cuyo finalidad es proteger al que más tiene.

Es vergonzoso como, aún en crisis, tenemos que presenciar dislates tales como el uso de nuestro dinero a partir de la tarjetas opacas, pero mayor sarcasmo dimana de las argumentaciones de los que las han detentado, indicando que no sabía que eran, cuando la mayoría de estos sujetos disponen de estudios académicos y cargos directivos sobradamente demostrados para cuando, al menos, hacerse alguna pregunta sobre un sobresueldo ilimitado a costa de los de siempre.

Igualmente nos quedamos perplejos ante el caso Pujol, no sólo no ha pisado la cárcel sino que este innombrable ser, se permite el lujo de decir en un medio de comunicación televisado que si cae la rama también lo harán los nidos, esta afirmación torticera no deja de ser absolutamente cierta en cuanto al real fondo del asunto que nos ocupa, que no es otro que el que detenta poder, dispone de información y que si él cae caerán otros, por lo que se da una connivencia sin límites para que la rama siga vivita y coleando.

A todo esto el ciudadano de a pie, reventado a impuestos, a cerrazones de créditos bancarios, sopesando desde el día 1 del mes como va a llegar ya no a final de mes, sino a mediados, lógicamente se pregunta cuál es la ley que le asiste, cuál es la justicia que detenta y la respuesta es, desgraciadamente, cero, sin dinero, no hay contraprestación alguna.

El sistema judicial español es paupérrimo, los jueces parecen estar intervenidos y no se puede plantear una moral social cuando nuestros líderes son, en algunos casos, unos delincuentes licencia indubitada para ello.

La actitud es un reflejo del liderazgo, pues bien, siguiendo a estos líderes, la respuesta sería una sociedad sin ley, sin ética alguna, un quebranto a cualquier principio de ciudadanía, en suma, un caos.

Los políticos en primer lugar y subsidiariamente los jueces, según los casos han de tener presente que la cuerda ya está demasiado tensa y que, en cualquier momento puede romperse, creando una beligerancia social sin precedentes y, además, justificada.

Ahora el ébola parece ser que les ha venido de perlas a estos delincuentes, han aparcado su caso por un tiempo cuando debiera seguir existiendo un seguimiento exhaustivo de lo acontecido por parte de los diferentes medios de comunicación.

España y los españoles estamos hechos de una pasta especial, aguantamos lo inaguantable pero como todo, la paciencia se agota y el resultado final bien pudiera ser dantesco.