Viviendo en San Borondón
El destierro del amor romántico
Creo que sobrarían más comentarios si no fuera por la interpretación que hace a los alumnos de FP del “mito de la media naranja”.
Cuando uno ha creído que la capacidad de asombro ha llegado a colmarse, el mundo de la política relacionado con los que sólo consumen recursos públicos para programas muy del gusto de minorías que intentan crear problemas donde no los hay, añade una nueva gota de hartazgo e indignación al vaso de nuestra paciencia, como más o menos le espetó en sus “morros” Cicerón a Catilina, y nos hace llorar al ver cómo dilapidan el dinero que pagamos a hacienda, que con tanto esfuerzo e incertidumbre cuesta ganar.
Esta vez la nota pintoresca la ha puesto, depuesto o evacuado la directora del Instituto Canario de Igualdad, Elena Máñez Rodríguez, que no bastándole su muro de Facebook, remite con membrete de la propia Consejería un comunicado, con el título: “Desterrar los mitos del amor romántico posibilitará relaciones más igualitarias”. En esa nota de prensa se hace eco de la tremenda obviedad que ella misma trasladó ante el alumnado del IES San Diego Alcalá de Puerto del Rosario: “que el amor debe basarse en una relación entre iguales, nunca en una subordinación”. Y aunque no se dice explícitamente en el texto, tras esa lección magistral, después descansó.
Aunque es difícil de saber, además de tener relativa poca importancia, los argumentos que expone la militante feminista y socialista Máñez Rodríguez en defensa de tan singular tesis sobre el amor romántico, coinciden con lo que puede leerse en la segunda parte de la entrada en la Wikipedia, comentando lo que el profesor de la Universidad Complutense Carlos Yela piensa que encierra este concepto de amor romántico.
Tengo para mí que una gran parte de quienes han leído a los clásicos, desde Don Quijote a Tristán e Isolda, pasando por Romeo y Julieta, los Amantes de Teruel o Gara y Jonay, siguen creyendo que el amor romántico es, como también señala la Wikipedia, “un tipo de afecto que, se presume, ha de ser para toda la vida (te querré siempre), exclusivo (no podré amar a nadie más que a ti), incondicional (te querré pase lo que pase) e implica un elevado grado de renuncia (te quiero más que a mi vida)”. Destruir, o deconstruir (palabro muy del gusto de los que gustan retorcer el lenguaje para que parezca más culto y epatar al lector), este modelo posibilitaría, a juicio de doña Elena, “posibilitar relaciones afectivo-sexuales más igualitarias y prevenir la violencia machista entre adolescentes y jóvenes”. ¡Y dos huevos duros!, le añadiría Felipe.
Creo que sobrarían más comentarios si no fuera por la interpretación que hace a los alumnos de FP del “mito de la media naranja”. Siempre había creído que la búsqueda de la media naranja era el afán por encontrar la pareja ideal, esa que complementara al uno con el otro en todos los órdenes de la vida y no se refería a lo que doña Elena Máñez señala, siguiendo la estela de Carlos Yela, que “a las mujeres nos enseñan a pensar que estamos incompletas sin una pareja para poder completar la mitad que nos falta” y que por ello “muchas mujeres sufren violencia, dolor y frustración”.
Como en matemáticas demagogia por demagogia es demagogia al cuadrado, el dinero público malgastado en soportar toda esa estructura de la Dirección General, aunque a juicio de la ministra socialista Carmen Calvo “el dinero público no es de nadie”, mejor podría dedicarse a atender perentorias necesidades sociales y no a estas simplicidades.
Al leer esa histriónica nota de prensa me vino a la memoria una bella y entrañable historia o cuento de auténtico amor romántico, que poco tiene que ver con el lenguaje y los conceptos agresivos del sexismo militante de muchas, a mi entender, mal llamadas feministas cuando quieren comportarse como “hembristas”, antónimo de “machistas”.
La historia relata que un anciano iba a visitar a su esposa todos los días a la residencia médica donde estaba siendo atendida por su avanzado estado del mal de Alzheimer. Una enfermera, extrañada por esa asiduidad y por la ternura que veía en los ojos del anciano cuando estrechaba las manos de su mujer, la acariciaba y la miraba, le preguntó que cómo era posible que siendo consciente de que ella no lo recordaba ni sabía quién era, él continuaba haciendo el sacrificio, día tras día, de venir a verla y acompañarla. La respuesta del anciano es toda una lección de amor verdadero, de amor romántico: “ella no me recuerda ni sabe quién soy, ya lo sé… pero yo sí recuerdo y sé quién es ella”.
(Fuente: http://www.laverdad.es/murcia/prensa/20081006/opinion/leccion-sobre-matrimonio-20081006.html)
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.







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