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Opinión: No seamos hipócritas

Miércoles, 15 de Agosto de 2007
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Jenni Hymoff Koeppel.- La campaña de “consumo responsable” que la empresa Diageo está desarrollando en Las Palmas de Gran Canaria me parece, como poco, incompleta. Repartir entre los consumidores de sus productos alcohólicos una tarjeta con el número de teléfono para llamar un taxi, puede parecerles un intento de salvar vidas, pero reflexionen: ¿El único peligro del consumo excesivo del alcohol es si coges un volante? ¿Cuantas personas han sido atropelladas por caminar borracho por la calzada? ¿Cuantas por caerse por unas escaleras o de un muro? ¿Cuantas han sido agredidas o violadas cuando no se podían defender por su estado de embriaguez? ¿Cuantas han acabado alcoholizadas? No seamos hipócritas ni mansos corderitos que siguen la moda: beber enriquece, al que vende la bebida. Al que no sabe consumirla con moderación le empobrece material, y sobre todo, física y espiritualmente. No justifiquemos un comportamiento dañino con marketing. Nuestra sociedad fomenta el que las personas consuman alcohol hasta perder el control y en lugar de enseñarles a beber con mesura, la empresa que más gana con las borracheras, les facilita transporte. ¿Eso es responsabilidad o interés económico? ¿Qué modelo de diversión estamos practicando y enseñando a nuestros jóvenes? En lugar de aplaudir esta iniciativa, deberíamos ver quien se enriquece y quien se perjudica, pues la educación subliminal tiene más incidencia que la (poca) directa. Tres generaciones y millones de enfermos después, educamos contra el tabaco. ¿Y el alcohol? Los alcohólicos perjudican gravemente la salud de si mismos y de sus familiares, crean estrés emocional en los que les rodean y aunque pueden ser despedidos de sus puestos de trabajo, es más complicado echarles de sus viviendas o alejarles de sus hijos, que llevan las huellas de lo vivido el resto de sus vidas. Además, el ejemplo de tener un padre adicto al alcohol a menudo predispone a sus hijos a serlo también. O sea, que beber frente a sus hijos también es una forma de malos tratos, sin hablar de las agresiones que sufren muchos a manos de sus progenitores, fuera de control por exceso de consumo de esta sustancia legal. La violencia de género está igualmente vinculado al consumo de sustancias por parte del maltratador. Hay quienes se preocupan que un niño criado por padres homosexuales puede correr peligro, pero no les escucho denunciar otra situación mucho más frecuente y peligrosa ni promocionar campañas para modificar un comportamiento tan dañino como el consumo de sustancias como el alcohol en padres y madres. Las personas ebrias ocasionan molestias a los que están a su alrededor también, con comportamientos incívicos y hasta agresivas. Peleas, gritos, risas histéricas, vómitos en la calle, vandalismo, insistencia borracha en lograr lo que pretenden, pisotones y empujones, todo esto soportamos las personas que no bebemos de los bebedores descontrolados. ¿Para cuando una ley que defiende nuestros derechos, a tomar UNA copa en tranquilidad sin el pesado de turno, a dormir en silencio en lugar de escuchar escándalos en la calle de los que regresan de sus juergas? ¿A qué estamos esperando para legislar la educación para el consumo realmente responsable del alcohol? Es obvio que urge. ¿O será que no interesa?
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