La emancipación social no violenta
Resulta muy complicado que estos loables propósitos se lleven a la realidad,
Para quienes tenemos convicciones democráticas y éticas no violentas, la cuestión de la emancipación social pasa, sobretodo, por el conocimiento político y el compromiso cívico. Entendemos que educar en el pensamiento crítico, defender los valores solidarios y ejercerlos en sociedad es el modo más certero de luchar contra las indignas manipulaciones de los poderosos.
Con todo, resulta muy complicado que estos loables propósitos se lleven a la realidad, aun estando formalmente reconocidos y oficialmente promocionados por las instituciones de gobierno. Pues que los administrados quieran saber de los asuntos de interés general y pretendan participar en la gestión de lo público es contraproducente para los poderes fácticos que, sacando ventaja de la incapacidad y la indiferencia generalizadas, nos subyugan. Por ello, la ignorancia y la alienación lastran el protagonismo las ciudadanías y el republicanismo, democrático e ilustrado, sigue pareciendo inalcanzable.
Desde mediados del siglo XX, en Occidente fueron cayendo los regímenes más autoritarios, sustituidos por democracias parlamentarias representativas, pero los conjuntos sociales continuaron sometidos a jerarquías de toda índole, aunque más legitimadas, benevolentes y fundadas, supuestamente, en su mayor eficiencia y capacidad. Pero el estallido de los negocios bursátiles en 2008 y la imposición, vía políticas gubernamentales, de sus pérdidas a las poblaciones, ha demostrado que las élites de poder siguen siendo desaforadamente acaparadoras y profundamente antidemocráticas.
El agravio perpetrado por la tiranía neoliberal, con el empobrecimiento y el desamparo generalizados que ha provocado, ha permitido la toma de conciencia crítica a todo tipo de gentes. El asalto de los más ricos a los Estados sociales ha llegado a mermar, incluso, las condiciones de vida de las clases medias, tradicionalmente, las principales valedoras de las concepciones elitistas de la gobernanza, por ser las primeras en recoger las migajas de ingreso y estatus de los regímenes piramidales. Con esta agresión del neoconservadurismo imperante, las filas del descontento se han ampliado a casi toda la sociedad.
Pero pasar de la indignación a la dignidad nunca ha sido sencillo. El repudio de la tiranía no conduce, directamente, a la democracia, como la crítica a las falsas conciencias, por si misma, no trae el conocimiento lúcido. El saber preciso para construir y mantener los nuevos modos de gobernar las sociedades, cumpliendo con los derechos humanos de dignidad y con los requisitos ambientales de sostenibilidad, está ahí, pero pendiente de divulgarse. Y en tiempos de zozobra, sin ciudadanos y ciudadanas conscientes y comprometidas, una y otra vez, nos cercan las demagogias y los belicismos.
Afortunadamente, un nuevo agente mediático está vehiculizando, con capacidad y alcance viral, esa necesidad imperiosa de conocimientos sociales rigurosos y de conciencias cívicas compartidas. Internet llegó para servir a las élites en sus fines represivos y extractivos -y cumple esa función como ninguna tecnología anterior-, pero desde que los usuarios de a pié empezaron a utilizarlo para generar y compartir contenidos, se ha transformado en el modo más participativo, poderoso y veloz de facilitar la emancipación en nuestro desastrado y valioso mundo.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.








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