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Viviendo en San Borondón

La sordera política del ruido

JOSÉ F. FERNÁNDEZ BELDA Ver comentarios 1 Viernes, 02 de Mayo de 2014 Tiempo de lectura:

La contaminación acústica medioambiental es un problema que va en aumento en todo el planeta, aunque con especial incidencia en los entornos urbanos.


El 30 de abril fue elegido para celebrar la 19 edición del Día Internacional de la Concientización Respecto al Ruido (International Noise Awareness Day), por ser último miércoles del mes de abril. Todos los grupos organizadores consideran prioritario alertar a los ciudadanos de los peligros que causa el ruido en la salud de las personas, como por ejemplo trastornos físicos, pérdida de audición o desequilibrios psicológicos, y a la vez que informar sobre las diferentes formas para reducir el nivel sonoro producido o recibido.


La contaminación acústica medioambiental es un problema que va en aumento en todo el planeta, aunque con especial incidencia en los entornos urbanos. La causa principal que la origina, aunque no la únicas generadora de ruido molestos o insalubres, está en actividades humanas como el transporte, la industria, la construcción de edificios, obras públicas y los  volúmenes excesivos en la megafonía de las salas de espectáculos y cines o en los chunga-chunga de las fiestas populares al aire libre. Por ejemplo en carnavales y verbenas veraniegas.
En Canarias se aplican, o se debieran aplicar, ciertas normas genéricas nacionales para minimizar el ruido exterior y el aislamiento acústico de locales en los que se desarrollarán actividades que para la ley están clasificadas como molestas, nocivas, peligrosas o insalubres. 


Por otro lado, el Parlamento de Canarias aprobó en 1998 una ley que regula todo lo relacionado con los espectáculos públicos, un fondo de saco que trata desde las autorizaciones administrativas, la seguridad y el control de aforos, hasta los niveles acústicos tolerados. 


Por su lado los ayuntamientos han aprobado, o están en fase de hacerlo, sus respectivas ordenanzas sobre estos mismos asuntos. Albarda sobre albarda para tanto ruido. Como resultado el que nadie controla porque hay muchas obligaciones repartidas. Como dice el refrán, demasiados jefes para los pocos indios que han de controlar, sonómetro en mano.


Como muestra de esta esperpéntica situación, un par de botones de la amplísima botonera de incumplimientos y excepciones. El artículo 2 de la citada ley 1/1998 determina que “quedan excluidos del ámbito de aplicación de esta ley, las celebraciones de carácter estrictamente familiar o privado, así como las que supongan el ejercicio de derechos fundamentales en el ámbito laboral, religioso, político y docente”. Es decir que el ruido producido en mítines, algaradas sindicales o, para mayor asombro, en las aulas no será molesto. Así por decreto
Otro botón. La vigente Ordenanza Municipal de protección frente a ruidos y vibraciones de Las Palmas de Gran Canaria, en su artículo 28.3.c obliga a que en los locales donde se prevea sobrepasar los 90 dBA haya un cartel advirtiendo que “los niveles sonoros en el interior pueden producir lesiones permanentes en el oído”. ¿Han visto alguno?


Aunque es bien cierto que las molestias que puede generar el ruido en cada persona tienen un gran componente psicológico, no es menos cierto que el síndrome de Pietro Tullio, descrito por primera vez en 1929, señala que la exposición a ruidos por encima de ciertos umbrales puede producir mareos, náuseas y/o movimiento de los ojos.
Personalmente he sentido estos trastornos en algunos cines, en espectáculos en un Centro Comercial de Telde y en el Teatro Guiniguada durante unas actuaciones musicales. Como no hay forma de que la policía acote los decibelios a los que regula la ordenanza, muy a mi pesar, he tenido que dejar de ir a esos espectáculos a los que gustaba asistir por puro placer artístico y no para prácticas masoquistas.
 

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

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