Viviendo en San Borondón
El ventilador federalista
ueron años en que florecieron los nacionalismos excluyentes, con muchos más escaños e influencia parlamentaria que su proporción real de votos populares
Para intentar no incomodar a unos pocos, aunque moleste a muchos más, Pe Punto Rubalcaba ha puesto en marcha el ventilador federalista y la premisa previa del sí pero no del derecho de autodeterminación, aunque eufemísticamente lo llamen “derecho a decidir”. Así como en su momento se quiso evitar lo que era inevitable para cualquier independentista disfrazado de nacionalista, los padres de la patria perpetraron el asunto autonómico como el “café para todos”, pero servido poco a poco y de uno en uno para que el pueblo lo pudiera deglutir aunque fuera con la nariz tapada. Era una fórmula que difería el estallido del problema al momento en que no hubiera dinero suficiente para contentar a unas minorías, muy preocupadas ellas en ser percibidas como muy distintamente superiores, valiéndose de prejuicios tan hispanos como reinventar lo políticamente correcto, o potenciar el silencio general por vergüenza ajena, mientras se sobreestimaban ellos con desvergüenza propia.
Fueron años en que florecieron los
nacionalismos excluyentes, con muchos más escaños e influencia parlamentaria que
su proporción real de votos populares.
Mientras los dos grandes partidos, por entonces el otrora poderoso PC ya
empezaba a ser puramente testimonial, procuraban
alternarse en el poder con la coartada nacionalista, a esas minorías se les permitía
atender generosamente a sus clientelas políticas, debidamente apesebradas con
cargo al tesoro público. Por eso la
frugalidad del invento inicial acabó siendo el empacho crónico y la ruina que
hoy se padece, tan grave que ya aparece hasta en las encuestas del CIS.
Otra cosa hubiera sido más difícil de vender a los españoles de entonces, recién llegados a la democracia expresada como una idea vaga de libertad y de igualdad. Los diputados constituyentes aparentaban creer que por fin era cierto lo de que todos éramos iguales en una patria común, pero sabiendo en el fondo, que unos serían más iguales que otros al decir teórico de Orwell. Pero no tardó mucho Maragall en torpedear el encaje de bolillos con su federalismo asimétrico, expresado con el descaro cantinflanesco que tenía aquel decir como quien dice pero sin decir, de las habituales elucubraciones del Presidente de la Generalidad.
En Canarias ya se ha padecido varias veces este actual fervor federalista que proponen los partidos llamados de izquierda y ultraizquierda, tal vez apoyando el independentismo en la esperanza de una posterior federación en una nación de naciones. Por cierto, concepto ese del federalismo que ningún político ni partido importante se preocupa de definir y acotar su alcance, ni nadie parece exigirle a los políticos que lo haga. Así cada cual arrima el ascua a su sardina y la demagogia, con toques del populista agravio comparativo, está servida.
Un trasfondo de federalismo en las Islas
Canarias, entendido como todos juntos pero no revueltos, ya tuvo la división
provincial de Primo de Rivera del año 1927.
El cainismo político de los políticos canarios de entonces, obligó a esa
solución salomónica. El Estatuto de
Autonomía de 1982 intenta superar esa división, uniendo a todos los canarios en
una “nacionalidad” común, que muchos
ven imposible y que hace resurgir el pleito insular en forma de “doble autonomía”. Pero en la nueva óptica de Pe Punto
Rubalcaba, el problema se terminará cuando Canarias ejerza su derecho a decidir
y se separe de España para después federarse como confederación de la previa
Federación de las Naciones Canarias, primero la oriental y la occidental y
después, quien sabe, si con otras nacionalidades insulares hoy ocultas, pero
con su derecho a decidir latente, pero tan vivo como un oso hibernando.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.







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