Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

XAVIER APARICI GISBERT

Intoxicados por las falsas conciencias

XAVIER APARICI GISBERT Jueves, 05 de Diciembre de 2013 Tiempo de lectura:

Las enfermedades, esas afecciones que menguan nuestro bienestar, son factor tanto del entorno, como de la predisposición

Ser conscientes del mundo en el que vivimos es crucial si queremos transitar nuestras vidas con responsabilidad y con dignidad. Porque nuestras existencias, cuando son ajenas a las dificultades y posibilidades que lo habitan y a las incongruencias y expectativas que contiene, devienen en proyectos vitales frustrados e incoherentes, en vidas a vividas a medias y manipuladas. Por tanto, para perdurar, tanto a nivel personal, como grupal, de un modo que valga la pena, es fundamental conocer el entorno social en el que nos ha tocado interactuar y saber cuáles son las mejores herramientas de interacción.

La cultura, la expresión comunitaria de la conciencia social, ya fue analizada, a finales del siglo XIX, por Marx y Engels, que utilizaron la expresión «falsa conciencia» en sus análisis de las ideologías. El gran aporte de estos pensadores al problema de las determinaciones culturales que implican las ideologías, fue el de contextualizarlas en los grupos y clases sociales y sus procesos políticos e históricos. “La ideología es un proceso realizado conscientemente (…) pero con una conciencia falsa (…)”. Y, en esas circunstancias, el pensamiento no resulta consecuente con las condiciones materiales de la existencia e impide obtener una visión fiable de la realidad.

Ante estos falsos referentes de sentido y para remediar las vivencias alienadas que provocan, los procedimientos intelectuales y morales que se requieren son los de la “conciencia crítica”, los cuales, ampliando el nivel y el alcance de la comunicación, permiten desentrañar las supersticiones y los engaños. En esas labores de esclarecimiento, no solo nos va la felicidad, también nos va la salud. Específicamente, la salud mental.

Las enfermedades, esas afecciones que menguan nuestro bienestar, son factor tanto del entorno, como de la predisposición. Y en los seres humanos, por nuestra condición de primates hipercomplejos, el entorno social y las vivencias subjetivas son tan relevantes como las cuestiones básicas para la supervivencia. Por eso, el estrés psicológico nos exacerba tanto cuando no encontramos salida a nuestras frustraciones, cuando perdemos la sensación de control, cuando carecemos de apoyo comunitario o cuando no esperamos mejoría en una situación. El estrés se cronifica si no existen desahogos o alternativas, y provoca síndromes de ansiedad y depresión, los azotes de nuestros tiempos modernos.

Pero no es el estrés, por sí, el causante de estos deterioros mentales. Vivimos en un mundo imperfecto e injusto y, sin la activación de nuestras inquietudes e inhibiciones ante ello, no llegaríamos muy lejos. A menudo, si la confrontación con nuestras incertidumbres nos lleva a un mejoramiento, el efecto somático y subjetivo es estimulante, vivificador.

Con todo, para salir con bien de estas problemáticas, primero es necesario que no erremos en su diagnostico, que no confundamos las causas con los efectos, ni lo urgente con lo importante. Por ello, continuar creyendo, por ejemplo, que los mercados financieros son eficientes y favorables al desarrollo económico o de que hay que reducir el gasto para reducir la deuda pública, no solo una cuestión de hacernos reos de falsas creencias. La credulidad en estos tópicos erróneos, también cursa como un fuerte inhibidor de las acciones que se precisan para solucionar sus indeseables dinámicas. Y cuando las dificultades -aunque negadas- llegan a mayores, sus efectos tóxicos en el ánimo nos dejan incapacitados para reaccionar y dependientes de ansiolíticos y antidepresivos. La mala economía no solo nos empobrece, además, nos enferma.

 

Xavier Aparici Gisbert, filósofo y emprendedor social.

http://bienvenidosapantopia.blogspot.com

Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.

Tu comentario
Tu comentario

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.129

.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.