Emprender solidariamente

En lo que respecta a la influencia de los poderes instituidos sobre la población, esta es la época en que, probablemente, la manipulación ideológica esté más extendida y sea más omnipresente, pues, en la esta “aldea global”, los medios tecnológicos son más sofisticados que nunca y la escala de influencia es mucho mayor que en ningún otro momento. Y así, aún en medio del mayor fracaso institucional y la más profunda depresión, desde los canales gubernamentales y desde los medios de comunicación más influyentes, la dogmática neoliberal arrecia: el Estado no es eficiente, las empresas, sí; hay que privatizar los recursos del sector público y liberalizar al sector privado; la democracia es un mero procedimiento de elección de élites de gobierno; el mercado todo lo puede…

Los grandes poderes políticos, económicos y mediáticos actuales, todos ellos fuertemente interpenetrados, ensalzan todo lo que les encumbra, descalifican todo lo que les cuestiona y hacen invisible todo lo que les pone en evidencia. En esto, las cosas, casi siempre han sido así. Y el efecto de este falseamiento de la realidad es que el desmantelamiento de los sistemas sociales, el menosprecio de los derechos humanos, el fiasco de las finanzas internacionales y el empobrecimiento generalizado de las poblaciones, no se reconocen como problemas de interés general ni de resolución prioritaria. Pero en el mundo real, en el aquí y ahora de la ciudadanía de a pié, el seguir mirando hacia otro lado, no es una opción. Urge emprender, acometer grandes empresas.

Casi se nos ha olvidado que emprender es, más allá del adoctrinamiento y la propaganda mercantilista, acometer y comenzar obras y empeños, especialmente si encierran dificultad o peligro. Que una empresa es, también, toda acción que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo. Y que un emprendedor es todo aquel “Que emprende con resolución acciones dificultosas.”. Estos son, desde luego, tiempos en los que urge emprender. La cuestión es ¿cómo?

La promoción y defensa del individualismo feroz, de la competencia excluyente y del afán de enriquecimiento privado, “valores” característicos en los poderosos de toda ralea, es lo nos ha situado en este marasmo de inequidad en la que nos encontramos: sin garantías de protección ante la precariedad socioeconómica y sin medios dignos y suficientes con los que ganarnos la vida.

Ante esta atomización social, que a casi todos nos hunde, desde la conciencia de nuestra amplia comunidad en intereses y anhelos, se requiere la solidaridad, que es la que nos lleva a la adhesión a empresas de interés común. Frente al nihilismo de considerar al otro como un competidor y hasta un enemigo, está el ser solidarios con nuestros semejantes, para asociarnos a nuestras causas compartidas.

Por tanto, debemos emprender de manera alternativa y con fines distintos a los aún hegemónicos. Pues ésta es la época en que, también, es más fácil extender la conciencia crítica y nutrirla de contenidos veraces y razonables. Nunca la capacidad ciudadana de hacerse cargo de los problemas y solucionarlos por sí misma, había sido mayor. Compartir los esfuerzos y sus frutos, compartir el trabajo y la riqueza es la esencia de lo democrático y de lo humanitario, y está a nuestro alcance. Y desde luego, emprendiendo también en lo económico, en las finanzas, la producción y el consumo. Solidariamente.