El rey tuerto

  Los que ponen el grito en el cielo por la censura a la fotografía del torero Padilla con su parche negro en el ojo en una exposición de Barcelona son los mismos que aplauden con las orejas el veto al cantautor catalán Albert Pla en Gijón por haber declarado a La Voz de Asturias que le da asco ser español.

  Curiosamente, el mismo día que vetaron a Pla por sus provocadoras declaraciones escuché a un locutor de la TDT party, una de esas televisiones de la caverna, expresar igual sentimiento con las mismas palabras. A Pla le da vergüenza ser español por las cosas que pasan en España (sobre todo por la corrupción de nuestros gobernantes y la ignorancia de mucha gente) y al locutor ultra le ocurre lo mismo por lo que hacen los españoles que no son de su cuerda, los que no son dogmáticos de la derecha extrema.

  Al locutor de marras, que se declaró muy español y anticatalanista (una contradicción en toda regla, muy propia de la ultraderecha), puso a caer de un burro al polémico cantautor y le pareció muy bien que vetasen su actuación en un teatro gijonés por sus ideas declaradas.

  En cambio, lo de censurar la foto del torero jerezano le pareció intolerable porque, a su juicio (a su poco y malsano juicio), el toreo es sagrado (como el aborto para las feministas de Femen) y además es la fiesta nacional. O sea, que las comunidades donde se ha legislado contra el toreo, como Cataluña y Canarias, no formamos parte del territorio nacional.

  En el país de los ciegos, el tuerto (como el ‘Ciclón de Jerez’) es el rey.