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TRIBUNALES

El TSJC confirma la condena de 300.000 euros al SCS por la muerte de dos niños en el Materno

ACFI PRESS
Sábado, 16 de Marzo de 2013
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La sentencia considera "muy desafortunadas" las referencias que contiene el escrito de apelación de la administración sanitaria en el que se apunta a que "no se pueden valorar igual ambas muertes"

[Img #13768]La Sección Primera de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Canarias ha dictado una sentencia firme, contra la que ya no cabe recurso ordinario alguno, por la que desestima el recurso de apelación interpuesto por el Servicio Jurídico del Gobierno de Canarias contra la sentencia del Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 6, y por la que se condenaba a la Administración a indemnizar en la cantidad de 300.000 euros a Soledad Peñate, Juan Francisco Melián y la hija de ambos por el fallecimiento de los gemelos Aroa y Pablo en el Hospital Materno Insular de Las Palmas de Gran Canaria cuando apenas tenían dos meses de vida.

La sentencia, fechada el 18 de enero, a poco más de dos semanas de cumplirse el octavo aniversario del fallecimiento de los pequeños, considera "muy desafortunadas" las referencias que contiene el escrito de apelación de la administración sanitaria en el que se apunta a que "no se pueden valorar igual ambas muertes". Y es que los servicios jurídicos del Ejecutivo estimaron en su apelación que fue "más grave" el fallecimiento de Pablo -segunda de las muertes- al existir un precedente -Aroa-.

El magistrado ponente de la sentencia insiste en que "lo cierto es que, al margen de que el error en el segundo caso es, efectivamente, muchísimo más grave, lo decisivo a efectos indemnizatorios es que ese daño moral es exactamente igual en uno y otro caso, y que se hace más intenso al ser dos los hijos fallecidos, hasta el punto que no aparece un solo dato que nos pueda llevar a otra conclusión que no sea la de confirmación de la sentencia, de la que esta Sala hace suyas las valoraciones e impresiones de la juzgadora en las que explica las razones de una determinada indemnización que consideramos de todo punto prudente y acomodada a las circunstancias del caso en el que aparece un componente subjetivo del daño moral de una especial intensidad", recoge una sentencia que además considera que esas "particulares circunstancias" son las que también justifican el "apartamiento de los criterios orientativos de un baremo previsto para accidentes de circulación que no deja de tener un valor orientativo que cede ante las particulares circunstancias subjetivas de 'pretium doloris' tenidas en cuenta para establecer la indemnización procedente".

De esta forma, Sole, Kiko y Sonia, ahora acompañados por la pequeña María Celine, a la que adoptaron hace ya tres años procedente de Haití, ven como su calvario llega a su punto final, aunque sin dejar de mirar atrás: "El daño está hecho y a Aroa y Pablo no los recuperaremos, siempre estarán en nuestros recuerdos para toda la vida".

[Img #13767]Todos están muy agradecidos a su letrado, Francisco Jordán González de Chávez, que ha luchado junto a ellos desde que el caso llegó a su mesa y que pese al varapalo inicial del archivo de la causa por la vía penal ahora ven como recibirán una indemnización que nunca será suficiente, pero que al menos condena a una Administración que además se opuso temerariamente y durante mucho tiempo a reconocer y asumir la gravísima negligencia que provocó el fallecimiento de los dos pequeños y que cuando tuvo que admitirlo por indicación clara del 'consejo consultivo' de que tendría que hacerlo, se aferró a un baremo que apuntaba a cifras muy lejanas a la realidad de esta tremenda tragedia.

Jordán González de Chávez resalta que al margen de la batalla jurídica, que ha durado ocho años, de la capacidad personal y económica que implica este largo proceso por varias jurisdicciones para conseguir encajar una realidad estremecedora y tráfica, "lo más paradójico y a la vez lo más sorprendente, es que el Servicio Canario de Salud no haya puesto a disposición de los padres y hermana de los dos niños fallecidos un servicio de apoyo psicológico familiar que los amparase en el casi imposible proceso de asumir la tragedia, sino que por el contrario se haya empecinado en negar de manera persistente su responsabilidad y, como consecuencia de ello, descuidó lo que de verdad es importante, el factor humano, el apoyo y el sostén psicológico de esta familia".

Una triste historia


La triste historia de la familia Melián Peñate se inició hace siete años. Lo que había sido una gran alegría el 11 de diciembre de 2004 que colmaba a una feliz familia como la que componían Sole, Kiko y Sonia, el nacimiento de Aroa y Pablo después de muchos intentos y complicaciones –cuatro años y más de un tratamiento para lograr el embarazo-, se convirtió en poco más de un mes, el 2 y el 6 de febrero, en un auténtico drama.

Los pequeños fallecieron cuando aún no tenían dos meses de vida al no serle diagnosticada la enfermedad que padecían pese a las múltiples visitas a urgencias del Hospital Materno y a su pediatra privado durante un eterno mes antes de su ingreso, ya agonizante, en la Unidad de Cuidados Intensivos.

El calvario de la familia Melián Peñate comenzó el 19 de enero. Ese día fueron llevados a su pediatra al notar sus padres que los niños estaban enfermos. El médico les recetó Pilka y aerosoles, pero no mejoraban y cinco días después fueron llevados al servicio de Urgencias del Materno Infantil, donde se les diagnosticó un catarro en las vías respiratorias altas, con tos seca y flema, recomendándoles a los padres lavados con suero fisiológico y control por parte de su pediatra privado.

El 26 de enero Aroa y Pablo fueron llevados de nuevo a su pediatra, que les recetó Pilka y Estilsona, pero el 28 tuvieron que acudir de nuevo al Materno Infantil ya que habían ido a peor. Sin embargo, de nuevo fueron dados de alta en Urgencias, acudiendo entonces a la planta 3 de neonatos, donde su pediatra particular los vio y les recetó nuevamente Pilka, Estilsona y aerosoles.

El día 29, diez días después de ser llevados por primera vez, y tras empeorar su estado de forma alarmante, Aroa fue ingresada por fin en la quinta planta de Cirugía Pediátrica del Materno Infantil, pero su hermano, pese a sufrir los mismos síntomas, fue dado de alta y enviado a casa sin que se le realizara ningún tipo de prueba. En la noche del 29 al 30 la pequeña sufrió una crisis de tos muy violenta y una insuficiencia respiratoria grave, aunque logró superarla.

La crisis se repitió el domingo, momento en que la doctora comunica a los padres que sospecha que la niña puede sufrir neumonía o tosferina, aunque se inclina por esta última. Pese a las sospechas, Aroa no fue tratada con los medicamentos oportunos para dicha enfermedad -eritromicina- puesto que el comentario generalizado es que tenía su pediatra y él era el que debía tratar y diagnosticar a la pequeña.

Los padres solicitaron entonces el ingreso de Aroa en la Unidad de Medicina Intensiva (UMI), pero la respuesta fue que ‘no cumple el protocolo’. El 1 de febrero, a las 17.00 horas, la niña fue ingresada en la UMI agonizando, falleciendo a las 01.40 horas del día 2 por un fallo multiorgánico.

En cuanto a Pablo, tras ser dado de alta el 29, el 31 pasó nuevamente consulta con su pediatra, que le pauta lo mismo que días antes. El día 1 pasó revisión en el Materno y de nuevo su pediatra lo mandó a casa. El 2, tras fallecer su hermana, Pablo fue llevado de nuevo al pediatra y pese a todo fue de nuevo remitido a su domicilio sin que se le hicieran pruebas complementarias. El día 3 varios pediatras del Materno hablan de tosferina y pese a que Pablo no mejora no se ordena su ingreso en el centro hospitalario.

El 4, los padres llevan al pequeño al pediatra, que les asegura que el niño ha mejorado, pese a que persiste flema, tos y un cierto color gris. A primera hora de la mañana del día 5 llaman al doctor para comunicarle que el pequeño ha pasado muy mala noche y se le receta Fluidasa. Ya por la tarde se le dice que no mejora y el médico lo manda al Materno, donde lo revisará el pediatra de guardia, que ante los antecedentes de su hermana, y debido a su mal estado, decidió dejarlo ingresado en la UMI, resaltando el intensivista de guardia su temor a que el niño sufra tosferina y que, por ello, lo trataría con eritromicina. Pablo continuó empeorando y falleció a las 22.45 horas del día 6, de nuevo por fallo multiorgánico.

Como consecuencia del no diagnóstico y de no haber sido tratados con el antibiótico específico -eritromicina-, esta enfermedad se torna mortal para los niños lactantes, condenando a criaturas de tan escasa edad a su fallecimiento en el 75% de los casos. La terrible enfermedad que provocó el fallecimiento de Pablo y Aroa es la Bordatella Pertussis, más conocida como Tosferina.
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