Solidaridad mal entendida: humillación y más miseria resulta
Primer y generalizado error en la gente que se cree solidaria
Me explico, y partimos de la base de que en una relación solidaria justa ambos extremos han de relacionarse en igualdad siempre que se den las condiciones, sin que uno esté por encima y el otro por debajo o viceversa. Así, la persona que recibe la ayuda, no debe, aún estando en precario, mostrarse doliente o dando pena a propósito porque con esa postura se humilla y rebaja en dignidad, tampoco debe aceptar la ayuda como limosna de cualquier manera, porque también de esta forma se humilla y rebaja. Y alguno en este punto dirá: “qué fácil es la teoría, pero el hambre es muy fea”. Cierto, a veces dando pena o rebajándose se consigue despertar el corazón del que tiene para que de algo; pero advierto: esa conducta, prolongada en el tiempo acaba llevando a la persona precaria hasta un extremo en el que la humillación se hace norma, y en ocasiones terminan por olvidar que un día fueron personas con dignidad y derechos y nunca más vuelven a levantarse. En el otro extremo están los que reciben ayuda y se acomodan, y acaban por hacer esclavos suyos a los que les dan, convirtiendo la relación solidaria en una obligación, un compromiso o una carga para los donadores y haciendo de los receptores casi unos déspotas que piden y piden y en ese continuo pedir olvidan que también pueden valerse por si mismos sin necesidad de estar siempre dependiendo de otros. Muestras de esto último lo he vivido en familias que se pasan la vida tocando a la puerta de los Servicios Sociales Municipales, de las ONG y de las plataformas ciudadanas, esperando a que sean otros los que solventen sus problemas, olvidando así que los seres humanos también tienen algo que se llama orgullo, y amor propio, y coraje, y rebeldía, y fuerza interior, y al final siempre la misma palabra: dignidad. Si bien en este punto cabría una matización, dado que en la actualidad, en Canarias al menos, es verdaderamente complicado para una persona sin formación encontrar una salida laboral digna que le permita salir del círculo de la caridad. A todos los que están en esta situación les pido que no se enfaden conmigo, que entiendan aquello de que “en el término medio está la virtud” y cambien un poco la postura de la mano, de abierta y extendida para pedir, a cerrada y con el puño en alto para luchar.
Una matización más, en cuanto a la relación de igualdad entre el que da y el que recibe. Había dicho que debe ser así siempre que se den las condiciones, pero hay excepciones: con el niño que sufre, con la mujer maltratada y sola, con el anciano desvalido y con el extranjero al que persiguen desposeído de todo derecho. En todos estos casos la relación de solidaridad deja de ser horizontal, debiendo los que ayudan mostrarse solícitos, generosos, por debajo, y ahora sí obligados, ante la extrema vulnerabilidad de nuestros sufrientes interlocutores.
Visto esto pasamos ya a la parte que más me indigna y enoja, la que concierne a los que ayudan y que con mucha asiduidad piensan que basta con dar algo a alguien para hacer el bien. Primer y generalizado error en la gente que se cree solidaria: olvidarse de la igualdad en la relación poniendo por debajo al que recibe. La asimetría en este caso implica que rebajemos en dignidad a la persona a la que damos, dando entrada a humillaciones de muy variado calibre, entendiendo que la persona por el simple hecho de ser precaria debe aceptar cualquier cosa que le demos y de cualquier manera. Ejemplos de esto lo vemos muy a menudo, por desgracia, en Tenerife. Lo vemos en algunos comedores sociales, donde se rebaja la calidad de la comida y se las sirven de mala manera, casi como si les estuvieran haciendo un favor, con desprecios y malas palabras que no hacen más que humillar a una persona ya de por sí humillada por tener que recurrir a la caridad. Lo vemos en las comidas que se reparten en muchas ONG, en ocasiones pasadas de fecha, con malas formas, haciéndoles pasar largas colas en plena calle hasta de madrugada. Lo vemos también en los Servicios Sociales de los Ayuntamientos, donde en más de una ocasión los trabajadores olvidan el trato que han de dar y caen en los mismos desprecios, negativas y malas palabras para con personas a menudo muy machacadas por la vida. Y lo he visto especialmente en estas Navidades, y me ha resultado especialmente indignante y me ha dolido mucho, cuando se han organizado maratones solidarios de juguetes para niños de las familias precarias con el patrocinio de ONG y Ayuntamientos sin reparar en que lo que estaban dando eran artilugios inservibles, muñecos rotos y polvorientos, balones pinchados y otras baratijas que no merece recibir ningún niño por muy pobre que sea su familia, lavando así las conciencias y limpiando de paso los trasteros de manera muy fea. En todos estos casos, los que dan, al perder la relación de igualdad y presentarse por encima de los que reciben, están faltando a la dignidad de las personas a las que pretenden ayudar, entonces, la solidaridad deja de ser auténtica solidaridad para pasar a ser otra cosa.
Y queda para el final mencionar, ya que hablamos de maratones solidarios, el efecto perverso que generan estas multitudinarias muestras de solidaridad que en apariencia están muy bien por la cantidad de comida y generosidad que mueven, que en tiempos de carestía son de agradecer pero acaban por tapar otras muchas miserias. Me refiero a las colectas solidarias de comida organizadas a gran escala, con patrocinios de medios de comunicación, Administraciones Públicas, empresas e importantes ONG, con records de recaudación que acaban en una autocomplaciente sensación de que todo está bien y gracias a la solidaridad de la gente se soluciona el hambre, sin escatimar en premios y alabanzas a organizaciones como Cruz Roja, Cáritas o los Bancos de Alimentos, cuando, salvando el hecho de que con estas colectas se lleva algo más de comida a la mesa de nuestras familias, también dan lugar a mucha picaresca y en realidad no son más que interesadas cortinas de humo con las que nuestros políticos y gobernantes tapan su desastrosa gestión para seguir disfrutando de su privilegiado estatus, perpetuando al tiempo las desigualdades y la miseria entre la gente.
Y así llegamos al término de esta reflexión mía, de la que podemos concluir como empezamos, que no es fácil ser solidario y hacerlo bien. En este punto, si algún lector o lectora se está pensando esto de ser solidario, adelante le diría, llévale pan al que no tiene, no olvides mantener la relación en igualdad como te he contado, pero convéncete y convéncelo, de que no cambiarán las cosas si no sois solidarios también con los que luchamos por un mundo más justo e igualitario, donde, habitualmente somos por desgracia muy pocos.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.
adolfo | Miércoles, 09 de Enero de 2013 a las 09:50:53 horas
Me parece extraordinaria la reflexión de D. Eloy Cuadra Pedrini. Realmente no he podido entender nunca la necesidad que se tiene de hacer publicidad con la solidaridad. No comprendo, ni admito, por muy solidario que se quiera ser, esa vanidad de tener que decir por cualquier medio a todo el mundo, YO HE DADO Y MIRAD LO BUENO QUE SOY, parece que con esta accción tiene el cielo mas merecido por la admiración de sus con-ciudadanos, teniéndolo que decir publicamente, por si acaso DIOS no se ha enterado o no le ha visto como se solidariza adecuadamente. Si embargo, y regresando a la solidaridad "publicitaria" no deja de ser un mal necesario. Durante un tiempo pertenecí a un grupo solidario de necesaria publicidad, llamado Club Rotario. Lamentablemente comprobé que no era diferente al Club de los Leones o a cualquier otro. Si no se publica su "generosidad" o se pone un cartel en la silla de ruedas como donación, no se "solidariza". Da pena comprobar con demasiada frecuencia tan necesaria vanidad, para dar. Queda lamentablente claro que sin publicidad, no hay caridad. Mas triste es la foto "político-solidario", solucionador de grandes problemas creados por ellos mismos, por su ineptud, arrogancia y estupidez, que generan y seguiran generando situaciones como las que estamos viviendo. Generalmente acompañada del continuo "mamoneo estatal, autonómico o Municipal". O, simplemente para la caza de votos necesarios para ser alguien en las urnas, pedidos incansanblemente para seguir viviendo a cuenta de las fotos y gestiones inútiles por sus "grandes soluciones solidarias" de los problemas y situaciones por ellos mismos creados, llevandonos donde estamos. Después, dejan muy claro quienes son los culpables -siempre otros- y quienes los han solucionado -siempre ellos-. Un problema, realmente dificil de solucionar sin publicidad ni fotos solidarias. Para llorar, de verdad que para llorar. Simplemente ser solidadario es, ser solidadario, en silencio. Con la solidaridad de un sistema social mas igualitario. Sin más.
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