¿Una justicia garante de libertades?
El asunto Garzón supuso, sin duda, el primero de los aldabonazos más recientes
Le van quedando pocos asideros a
esta democracia de mínimos que estamos viviendo. La jefatura del Estado hace
aguas por todas partes, salpicada por la corrupción, en un mar de lío de faldas, elefantitis y rechazo de la
transparencia y rendición de cuentas. El Gobierno surgido de las urnas, miente,
hace dejación de sus obligaciones, sucumbe a las exigencias de los mercados más
codiciosos, deja las decisiones soberanas en sus manos y arrastra consigo hacia
el rechazo y el desprecio ciudadanista a un Parlamento títere, a los partidos
políticos, a los sindicatos y
En los últimos meses, además, el Poder Judicial parece haber consumado un esfuerzo para abrir brechas con la ciudadanía y nos ha mostrado la peor de sus caras en una serie de hechos que cuestionan su objetividad e imparcialidad, garantes de las libertades ciudadanas.
El asunto Garzón supuso, sin
duda, el primero de los aldabonazos más recientes. En medio de la instrucción
del “caso Gürtel” y de la apertura de un proceso para la investigación de los
crímenes del franquismo, el Tribunal Supremo echa por tierra la carrera de uno
de los jueces que más había sintonizado con el sentir popular. Coincidiendo con
la estrategia del PP y de la extrema derecha, siete jueces del Supremo –“una
casta de burócratas al servicio de la venganza”, según Jiménez Villarejo- hicieron prevalecer, frente a la opinión de
los fiscales y otros jueces que también intervinieron en el proceso, los
derechos de una delincuencia organizada, que alegó un pretendido
desbaratamiento de las estrategias de defensa. Sucedió lo mismo con los que
pretendían mantener impunes los crímenes de la dictadura de Franco. De un
plumazo se cargan a uno de los jueces más valorados, se frena un caso de
corrupción que salpica de lleno al PP y
se impide investigar los crímenes del franquismo. Frente a cientos de
casos archivados o durmientes de acusaciones de prevaricación contra jueces, la
diligencia con la que se juzga a Garzón produjo serios cuestionamientos al
proceso por parte de expertos españoles o internacionales como Human Rights que
no dudó en atribuir la sentencia a “represalias”. Pero lo consiguieron y
eliminan, a toda velocidad, a un juez progresista, defensor de los derechos
humanos y reconocido internacionalmente. Gaspar Llamazares no dudó en afirmar
que “nunca un tribunal tan alto pudo volar más bajo”.
Lo
que sucede con el “caso Urdangarín” no mueve un ápice el escenario. Frente a
aquello de que “la justicia es igual para todos”, lo cierto es que el Rey supo
por adelantado que Iñaki Urdangarín iba a ser imputado por presunta apropiación
de fondos públicos, lo que le permitió preparar las estrategias con antelación
según apuntaron distintos medios de comunicación. A pesar de que tanto el
supremo como el CGPJ aconsejan penar a los cónyuges, casualmente
Por supuesto que lo de Carlos Dívar también clama al cielo. El presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo nos sorprende a todos con unas copiosas facturas de gastos fastuosos, en fines de semanas pletóricos de satisfacciones en Marbella, y no pasa nada. El fiscal cierra filas en su favor y se le acepta su informe, al contrario de lo que sucedió con Garzón. Los miembros del alto tribunal se enfrentan entre sí y se pide la dimisión del denunciante; se aumenta el cuestionamiento de la justicia, y no pasa nada. Pero lo cierto es que se ha producido un despilfarro considerable de dinero público en unos momentos durísimos y, como se haría en cualquier institución, no se ha abierto ninguna investigación, ni se le ha imputado, ni se le llama para que declare y dé las explicaciones necesarias. Dívar, que expresó hace un tiempo que “hace falta mucho valor para ser juez” y, más tarde, que no era tolerable tratar de prevaricadores a miembros del supremo ni dudar de la honestidad y el trabajo del órgano de gobierno del Poder Judicial, “que soy testigo en ambas instituciones de las horas y del sacrificio que consigo llevan”, considera una “miseria” el dinero gastado en actos dudosamente oficiales y permite que la mayoría de los vocales trabajen de martes a jueves solamente. Es lo que él llama “tener la conciencia tranquila”. Austeridad, ajustes, recortes y la máxima autoridad del poder judicial y otros de sus miembros viviendo a cuerpo de rey (nunca mejor dicho). Pura transparencia y dedicación. Como dice José Antonio Martín Pallín (“¿Para qué servimos los jueces?”. E. Catarata), “no basta con jurar o prometer acatamiento a la Constitución para tener convicciones democráticas. Es necesario integrar en la vida de cada uno, los sentimientos, los principios y los valores que deben estar presentes en la aplicación de la ley”.
Y podríamos seguir hablando del
archivo de la causa abierta contra el banquero Botín por fraude fiscal, de la
orden del fiscal general del Estado para que no se recurra el veredicto del
Jurado Popular a favor de Camps, del indulto al consejero del Santander Alfredo
Sáenz, de la anulación de la expulsión como juez de José Antonio Martín… Pero
llega Gallardón y para arreglarlo todo nos propone una justicia aún más
retrógrada, clasista, conservadora y reaccionaria. Se trata en definitiva de
alejar la justicia de los ciudadanos con menos posibilidades económicas
aumentado enormemente las tasas judiciales y retornando al sistema de elección
del Poder Judicial de 1980, lo que afianza el dominio de casta de los jueces
más conservadores. Frente a la creación de más juzgados, a la búsqueda de más
rapidez y eficacia, a un acceso más numeroso y más plural de los jueces a la
carrera judicial, el PP nos pretende devolver a un pasado más oscuro, más endogámico, menos
democrático. Mercedes Gallizo afirmó
hace poco que “un estado implacable con los débiles y débil con los poderosos
pervierte el sentido de la justicia, del derecho y de las leyes”. Es más o
menos lo mismo que dice Martín Fierro en unos versos citados por Martín Pallín:
“La ley es tela de araña./En mi ignorancia lo esplico:/no la teme el hombre
rico,/nunca la tema el que mande,/ pues la ruempe el bicho grande/ y solo
enrieda a los chicos”.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.









Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.157