La democracia alineada
Por eso, ha habido que esperar al monumental fiasco del casino financiero para que se hicieran evidentes, en toda su crudeza, el enorme alcance de la rapiña
El sociólogo Boaventura da Sousa Santos define actualmente a los regímenes políticos de los llamados países occidentales como democracias de baja intensidad, pues -tras décadas de acoso progresivo de la política y economía neoliberales-, aunque legalmente en sus Estados aún persisten ciertas formalidades democráticas y tibios sistemas de redistribución, a nivel de calle lo que impera es una muy autoritaria dualización social y económica.
Esta usurpación de las instituciones de gobierno democrático, por parte de las élites neoliberales de los distintos países, se ha podido llevar a cabo sin violencia explícita gracias a una coordinación internacional de las acometidas a los valores y las garantías de legitimidad en cada país. Y al sistemático desmantelamiento de las capacidades de soberanía nacional de los distintos Estados.
Un tercer requisito indispensable para desmantelar incruentamente un sistema democrático y llevarlo a condiciones de vida cotidiana propios de los regímenes dictatoriales es el de hacer prevalecer en la comunicación cultural los procesos de alienación frente a los de empoderamiento crítico. Y desde luego, en estos tiempos, la cultura como espectáculo, la información tendenciosa y la promoción del individualismo antisocial han sido llevados a cotas nunca vistas desde que la Roma imperial acuñó la fórmula “Pan y Circo” para asegurarse el embrutecimiento cívico.
Los ejes principales de la llamada Globalización han sido el control solapado de la política y de la economía, los cuales -según nos recuerda el filósofo Habermas- constituyen los medios fundamentales para el dominio social “pacífico”. Por eso, ha habido que esperar al monumental fiasco del casino financiero para que se hicieran evidentes, en toda su crudeza, el enorme alcance de la rapiña sobre la riqueza social de las naciones y el despojo de sus salvaguardas democráticas: no solo se han hecho astutamente con el tesoro, también tienen secuestrado al soberano.
El próximo 20 de noviembre tenemos elecciones generales en España, en un estado que ya se nos viene presentando desde hace años por los voceros del “Neoliberalismo” como una mera sucursal de los dueños del mundo. Nuestra versión “local” de la crisis, agravada por las enormes corruptelas de los dirigentes, nos tiene no sólo bastante empobrecidos, sino forzados a un abismo de precariedad y exclusión social. No obstante, aún nos quedan aspectos democráticos reconocidos en nuestro ordenamiento legal.
Con todas las limitaciones y cortapisas nuestras elecciones políticas aún son democráticas, pero no son más que un procedimiento. Marcuse, uno de los más relevantes pensadores contemporáneos, diseccionó los aspectos alienantes de nuestras sociedades tecno-materialistas y consumistas. Y uno de ellos es el riego de una completa minusvaloración de la democracia, reduciéndola a sus meras formalidades. Porque tal como dejó dicho, la libre elección de los dueños no suprime ni a los dueños ni a los esclavos.
Por eso es tan importante en las próximas elecciones que reflexionemos honestamente y que nos informemos con rigor, y no sólo porque son los antídotos más eficaces contra la alienación, también porque en democracia de lo que se trata es de votar a auténticos demócratas. Aunque, con todo, si se les llega a conocer, se les distingue fácilmente, pues hablan de la preeminencia de la política sobre la economía donde los demás hablan de dinero. Del protagonismo ciudadano en el reparto de los esfuerzos y los frutos sociales, mientras los otros hablan de abaratar los costes laborales. Y de profundización en la democracia y en la solidaridad. El resto nos “vende humo”.
Xavier Aparici Gisbert. Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
http://bienvenidosapantopia.blogspot.com
Esta usurpación de las instituciones de gobierno democrático, por parte de las élites neoliberales de los distintos países, se ha podido llevar a cabo sin violencia explícita gracias a una coordinación internacional de las acometidas a los valores y las garantías de legitimidad en cada país. Y al sistemático desmantelamiento de las capacidades de soberanía nacional de los distintos Estados.
Un tercer requisito indispensable para desmantelar incruentamente un sistema democrático y llevarlo a condiciones de vida cotidiana propios de los regímenes dictatoriales es el de hacer prevalecer en la comunicación cultural los procesos de alienación frente a los de empoderamiento crítico. Y desde luego, en estos tiempos, la cultura como espectáculo, la información tendenciosa y la promoción del individualismo antisocial han sido llevados a cotas nunca vistas desde que la Roma imperial acuñó la fórmula “Pan y Circo” para asegurarse el embrutecimiento cívico.
Los ejes principales de la llamada Globalización han sido el control solapado de la política y de la economía, los cuales -según nos recuerda el filósofo Habermas- constituyen los medios fundamentales para el dominio social “pacífico”. Por eso, ha habido que esperar al monumental fiasco del casino financiero para que se hicieran evidentes, en toda su crudeza, el enorme alcance de la rapiña sobre la riqueza social de las naciones y el despojo de sus salvaguardas democráticas: no solo se han hecho astutamente con el tesoro, también tienen secuestrado al soberano.
El próximo 20 de noviembre tenemos elecciones generales en España, en un estado que ya se nos viene presentando desde hace años por los voceros del “Neoliberalismo” como una mera sucursal de los dueños del mundo. Nuestra versión “local” de la crisis, agravada por las enormes corruptelas de los dirigentes, nos tiene no sólo bastante empobrecidos, sino forzados a un abismo de precariedad y exclusión social. No obstante, aún nos quedan aspectos democráticos reconocidos en nuestro ordenamiento legal.
Con todas las limitaciones y cortapisas nuestras elecciones políticas aún son democráticas, pero no son más que un procedimiento. Marcuse, uno de los más relevantes pensadores contemporáneos, diseccionó los aspectos alienantes de nuestras sociedades tecno-materialistas y consumistas. Y uno de ellos es el riego de una completa minusvaloración de la democracia, reduciéndola a sus meras formalidades. Porque tal como dejó dicho, la libre elección de los dueños no suprime ni a los dueños ni a los esclavos.
Por eso es tan importante en las próximas elecciones que reflexionemos honestamente y que nos informemos con rigor, y no sólo porque son los antídotos más eficaces contra la alienación, también porque en democracia de lo que se trata es de votar a auténticos demócratas. Aunque, con todo, si se les llega a conocer, se les distingue fácilmente, pues hablan de la preeminencia de la política sobre la economía donde los demás hablan de dinero. Del protagonismo ciudadano en el reparto de los esfuerzos y los frutos sociales, mientras los otros hablan de abaratar los costes laborales. Y de profundización en la democracia y en la solidaridad. El resto nos “vende humo”.
Xavier Aparici Gisbert. Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
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