15M: Oteando el horizonte
A estas alturas, ya está muy claro que, aún siendo éste un movimiento apartidista y asindical (no anti partidos y sindicatos), su naturaleza es decididamente sociopolítica
Como es sabido, a continuación de las exitosas manifestaciones ciudadanas del pasado 15 de mayo, la “toma” de las plazas en diferentes ciudades, dio corporeidad al incipiente movimiento de indignación. Así, en estos espacios de encuentro público, surgieron acampadas y asambleas ciudadanas, y con ellas, comisiones de elaboración, talleres y acciones de reivindicación.
Las acampadas, un prodigioso e intenso experimento social de convivencia libre, fueron el primer soporte de las reinventadas ágoras de participación cívica. Pero con la llegada de los calores, muchos de estos asentamientos a la intemperie fueron finalizando su ciclo, aunque, en bastantes casos, este devenir terminó abruptamente, por imposición administrativa. Como en otros lugares, en Gran Canaria la conclusión de la acampada capitalina fue absolutamente indigna, debido a la ilegitimidad del desalojo ordenado por las autoridades, a la violencia de los agentes de policía que lo llevaron a cabo y a la sustracción de los enseres de la gente acampada perpetrada por el personal del Ayuntamiento.
Durante la fase de las acampadas ya se puso de manifiesto la complementariedad entre los modos internos y externos de funcionamiento: entre la autonomía personal y el apoyo mutuo de los participantes, la solidaridad de la ciudadanía simpatizante –que aportaba a la causa, su participación, equipamiento y alimentos- y la contención institucional ante el proceso, fundamentalmente, absteniéndose de impedirlo, pero también, como en el caso del parque de San Telmo de Las Palmas de Gran Canaria, proporcionando, durante un tiempo, electricidad y agua potable. Estas condiciones permitieron que fraguara lo que ya es una innegable realidad de democracia participativa de base, en plena calle.
Por ello, nuestras asambleas han logrado no sólo permanecer, sino que se van irradiando a los barrios y a otras ciudades y pueblos, permitiendo un mejor enraizamiento con los vecindarios, sus dificultades y sus propuestas. También están surgiendo asambleas sectoriales para aglutinar coherencias participativas, más específicas que la condición de ciudadanía y más sustantivas que la mera proximidad geográfica. En este nuevo y relevante nivel se siguen manteniendo la horizontalidad y las sinergias entre la autonomía-apoyo mutuo de las distintas asambleas, la solidaridad ciudadana y el consentimiento (sobre todo, por inhibición) de las instituciones de orden público.
A estas alturas, ya está muy claro que, aún siendo éste un movimiento apartidista y asindical (no anti partidos y sindicatos), su naturaleza es decididamente sociopolítica. Que sus fines son de emancipación general y que sus propuestas son progresivas; que sus medios de interacción social son la no violencia y el consenso; que, desde la máxima pluralidad e inclusión, practica la democracia directa; que es reivindicativo y está orientado hacia la dignidad democrática… No otra cosa es ser parte de las pacíficas asambleas ciudadanas indignadas.
Gracias a la presencia de todos estos valores y criterios, este puede llegar a ser el diseño más ambicioso de cambio social. La ausencia de alguno de ellos, devolverá a lo ya conocido, a lo obsoleto y a lo reaccionario: quienes no se sienten indignad@s, no son (aún) parte de la solución; quienes no respetan la pluralidad de conciencia e ideología entre ciudadan@s, son (todavía) parte del problema.
Los ciudadanos y ciudadanas comprometidos con este movimiento debemos ser especialmente prudentes y decididamente generosos. Es necesario que no perdamos de vista que no somos la vanguardia de nada, sino meros facilitadores de la toma de conciencia del conjunto social; que no somos líderes, sino sólo pioneros que reivindicamos los valores cívicos y humanitarios: frente al dominio, la solidaridad, frente a la explotación, la reciprocidad, frente a la alienación, la autonomía. Y nuestro mayor reto es el de mantener la pluralidad y el consenso entre plurales, como requisitos imprescindibles de un imaginario de la dignidad civil versátil e inclusivo. No más sumisión, no más uniformidad, no más unanimidad, sólo, por fin, profundización en la auténtica democracia social, política y económica.
Se
han anticipado al próximo 20 de
noviembre las próximas elecciones generales. Ésta es quizás una muy buena
coyuntura para que desde nuestras asambleas nos aplicásemos a concretar y
consensuar qué políticas consideramos urgentes, necesarias e importantes para
el conjunto de la ciudadanía de nuestro país. Así daríamos la oportunidad a las
fuerzas del ámbito político que están honestamente implicadas con los valores
que el 15M encarna, para que puedan comprometerse con nuestras propuestas, las
defiendan en la contienda electoral y, si resultan apoyadas, las lleven a cabo
en las instituciones del Estado. Dejar que la situación de usurpación de
nuestras instituciones democráticas se agrave; que la corrupción y la
irresponsabilidad políticas se extiendan; y que el empobrecimiento de nuestra
sociedad se generalice, no nos va a ir bien a nadie. ¡Aprovechemos el tiempo y
la ocasión!
Xavier Aparici Gisbert. Filósofo y Secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
http://bienvenidosapantopia.blogspot.com
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.








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