Entre chapuzas, improvisaciones e infracciones
Si somos buenos observadores y no pasamos de las cosas que suceden a nuestro alrededor, podemos distinguir que existen vertedores incontrolados
Canarias podría ser designada como prototipo de región chapuza y también lugar con más ilegalidades por metro cuadrado, en este extraño país que se llama España. Aquí todo el mundo hace y deshace lo que le da la gana, y no ocurre nada. El único chivo expiatorio que parece que ha habido en estas ínsulas, en cuanto a políticos se refiere, ha sido Dimas Martín, que se encuentra en la cárcel. Pero hay otros dignatarios que han cometido delitos peores y ahí están, tan frescos, en la calle e ideando nuevas “travesuras”, mientras lo que llamamos Justicia, o sestea, o tarda años en poner en marcha su maquinaria, (por unas causas que no se pueden justificar).
Si nos damos una vuelta por cualquier lugar de las islas nos tropezaremos con alguna de esas muestras de improvisación, de falta de organización y de planificación, en definitiva, de infracciones evidentes que rozan a veces el delito. Si somos buenos observadores y no pasamos de las cosas que suceden a nuestro alrededor, podemos distinguir que existen vertedores incontrolados; aguas fecales, que discurren por laderas, o barrancos, que originan no sólo malos olores y mosquitos, sino que o se filtran en la tierra o terminan vertiendo en el mar, contaminando esos lugares, evidentemente. Leo en la prensa: “Casi 200.000 litros se aguas fecales acaban cada día en la costa de Silva”. En el municipio de Telde, claro. ¿La causa? Las redes de saneamiento del complejo fabril de Salinetas y el parque tecnológico de Las Huesas, entre otros, llevan años funcionando sin estar conectadas a red alguna de depuración. Y eso es sólo una parte de nuestra prolongada costa, porque hay más casos. Así funcionamos.
En Canarias, vemos, sin excepción, que se ha maltratado al territorio, por falta de planificación y de leyes realmente protectoras. Muchas personas se han atribuido el derecho, por poner algunos ejemplos, de construir chabolas en el litoral y luego las han convertido en casas, o directamente han construido allí sus viviendas sin encomendarse a nadie. Todo ello sin ningún tipo de ordenamiento ni planificación, ni proyectos, ni equipamientos. O sea, a estilo compadre, y muchas veces con la anuencia de alcaldes, cabildos o el cacique de turno.
Pero esta forma de proceder ha ido más allá, y tanto ayuntamientos como cabildos han dejado construir hoteles, chalés y diferentes infraestructuras en espacios protegidos, en reservas naturales, o en lugares donde la Dirección de Costas lo tenía prohibido. Es decir, cometiendo infracciones y poniéndose fuera de la ley. En determinados casos los mismos tribunales de Justicia han dictado sentencia señalando la ilegalidad de esas obras y exigiendo que se derriben. No obstante, algunos de los que han permitido esos atentados desean ahora legalizarlos, valiéndose, a veces, a ciertas triquiñuelas o aprobando leyes adaptadas a sus fines especulativos o de cualquier otra índole. Es el caso, por poner un ejemplo, de la famosa ley de protección de especies canarias que aprobó el gobierno autónomo con el fin de poder construir el puerto de Granadilla en una zona donde se protegían los sebadales. Vemos, pues, que estos caballeros (o señoras) quieren rizar el rizo, y dan mal ejemplo, induciendo a los demás a incumplir la ley.
Ahora me referiré a algunas incongruencias y chapuzas en las costas de Gran Canaria, concretamente en lo que llaman El Puertito, en Bañaderos, dentro del municipio de Arucas. Según un reportaje Juan José Jiménez, periodista de La Provincia , resulta que hace nada menos que trece años se firmó un convenio para mejorar la piscina natural existente en el mencionado lugar. Pero las obras todavía no han sido recibidas por el ayuntamiento. A pesar de ello, centenares de personas entran allí a bañarse, haciendo caso omiso al cartel que prohíbe el paso. Se ha construido además un paseo marítimo (obra en la que se ha invertido también mucho tiempo) que según el propio alcalde, se ha abierto en precario, sin haber limpiado la zona y sin servicios ni equipamientos. Como tampoco se cumplen las recomendaciones que se hacen, el alcalde de Arucas se pregunta que a dónde se va a reclamar, si sucede un accidente o algo desagradable. Otra chapuza más, que ya se da como algo natural, como algo inherente a nuestra condición de ciudadanos resignados, porque aquí nos adaptamos fácilmente a tales situaciones, y en ocasiones, sin expresar nuestra disconformidad.
Si nos damos una vuelta por cualquier lugar de las islas nos tropezaremos con alguna de esas muestras de improvisación, de falta de organización y de planificación, en definitiva, de infracciones evidentes que rozan a veces el delito. Si somos buenos observadores y no pasamos de las cosas que suceden a nuestro alrededor, podemos distinguir que existen vertedores incontrolados; aguas fecales, que discurren por laderas, o barrancos, que originan no sólo malos olores y mosquitos, sino que o se filtran en la tierra o terminan vertiendo en el mar, contaminando esos lugares, evidentemente. Leo en la prensa: “Casi 200.000 litros se aguas fecales acaban cada día en la costa de Silva”. En el municipio de Telde, claro. ¿La causa? Las redes de saneamiento del complejo fabril de Salinetas y el parque tecnológico de Las Huesas, entre otros, llevan años funcionando sin estar conectadas a red alguna de depuración. Y eso es sólo una parte de nuestra prolongada costa, porque hay más casos. Así funcionamos.
En Canarias, vemos, sin excepción, que se ha maltratado al territorio, por falta de planificación y de leyes realmente protectoras. Muchas personas se han atribuido el derecho, por poner algunos ejemplos, de construir chabolas en el litoral y luego las han convertido en casas, o directamente han construido allí sus viviendas sin encomendarse a nadie. Todo ello sin ningún tipo de ordenamiento ni planificación, ni proyectos, ni equipamientos. O sea, a estilo compadre, y muchas veces con la anuencia de alcaldes, cabildos o el cacique de turno.
Pero esta forma de proceder ha ido más allá, y tanto ayuntamientos como cabildos han dejado construir hoteles, chalés y diferentes infraestructuras en espacios protegidos, en reservas naturales, o en lugares donde la Dirección de Costas lo tenía prohibido. Es decir, cometiendo infracciones y poniéndose fuera de la ley. En determinados casos los mismos tribunales de Justicia han dictado sentencia señalando la ilegalidad de esas obras y exigiendo que se derriben. No obstante, algunos de los que han permitido esos atentados desean ahora legalizarlos, valiéndose, a veces, a ciertas triquiñuelas o aprobando leyes adaptadas a sus fines especulativos o de cualquier otra índole. Es el caso, por poner un ejemplo, de la famosa ley de protección de especies canarias que aprobó el gobierno autónomo con el fin de poder construir el puerto de Granadilla en una zona donde se protegían los sebadales. Vemos, pues, que estos caballeros (o señoras) quieren rizar el rizo, y dan mal ejemplo, induciendo a los demás a incumplir la ley.
Ahora me referiré a algunas incongruencias y chapuzas en las costas de Gran Canaria, concretamente en lo que llaman El Puertito, en Bañaderos, dentro del municipio de Arucas. Según un reportaje Juan José Jiménez, periodista de La Provincia , resulta que hace nada menos que trece años se firmó un convenio para mejorar la piscina natural existente en el mencionado lugar. Pero las obras todavía no han sido recibidas por el ayuntamiento. A pesar de ello, centenares de personas entran allí a bañarse, haciendo caso omiso al cartel que prohíbe el paso. Se ha construido además un paseo marítimo (obra en la que se ha invertido también mucho tiempo) que según el propio alcalde, se ha abierto en precario, sin haber limpiado la zona y sin servicios ni equipamientos. Como tampoco se cumplen las recomendaciones que se hacen, el alcalde de Arucas se pregunta que a dónde se va a reclamar, si sucede un accidente o algo desagradable. Otra chapuza más, que ya se da como algo natural, como algo inherente a nuestra condición de ciudadanos resignados, porque aquí nos adaptamos fácilmente a tales situaciones, y en ocasiones, sin expresar nuestra disconformidad.
Las opiniones de los columnistas son personales y no siempre coinciden con las de Maspalomas Ahora.








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