“Somos lo que vamos sintiendo”
La memoria llega mucho más lejos que cualquiera de nosotros. Muchas de las fobias o de las filias que nos definen se pudieron gestar en el útero materno o en nuestras primeras miradas al mundo. Todo lo que vivimos, incluso lo que nos parece más intrascendente, lo vamos acumulando en nuestro magín, en ese cerebro del que sabemos tan poco y que tiene tantas cuevas ocultas para ir guardando cada uno de nuestros pasos. Y no sólo se queda con Casablanca o Ciudadano Kane, con La Metamorfosis de Kafka, con aquel cumpleaños inolvidable, con el gol de Iniesta o con cualquiera de las sinfonías de Beethoven. Lo guarda todo como si tuviera un mal de Diógenes vinculado a lo que tiene que ver con nuestra existencia También conserva los anuncios televisivos, sobre todo los anuncios de los años en los que teníamos un solo canal y nos sabíamos de memoria cualquier salmodia relacionada con un producto o todas aquellas canciones y melodías que ahora mismo estarán recordando muchos de ustedes mientras leen estas líneas. Somos lo que vamos sintiendo. Da lo mismo que a veces no prestemos ninguna atención por los caminos que transitamos.
Lo que sí es verdad es que el talento de los publicistas va por rachas, como el talento de los músicos, de los novelistas o de los pintores. De vez en cuando nos sorprenden con alguna propuesta que evita el zapping, ese suplicio diario para los anunciantes por el que nos escapamos de un canal a otro huyendo de todos sus intentos por convencernos para que compremos su coche, su pan de molde o su zumo de melocotón. Una de esas sorpresas que te detienen cuando comienzan los anuncios me la ha encontrado con la publicidad de un jamón cocido. Para vender la calidad del producto y hablar de los sentidos grabaron la historia de un hombre ciego y de su esposa, solo con un treinta por ciento de visión, disfrutando intensamente del resto de sus sentidos. Nos iban mostrando su reacción ante el sonido de unos violines, al reconocer el olor de la lavanda en medio del campo, tocando las caras que más habían querido en su vida y, luego, claro, saboreando ese jamón que ha sabido venderse de maravilla. Pero lo que más me ha gustado de esa propuesta publicitaria ha sido la emoción y el mensaje, que al fin y al cabo es la esencia de cualquier anuncio, que han logrado transmitir sus creadores. Lo que contaban es que la vida había que vivirla intensamente con lo que se tenía en cada momento, y no echando de menos o lamentando lo que nunca, por naturaleza o por suerte, se ha podido lograr. Creo que ese es uno de los secretos de la existencia que no está guardado en ninguna caja de caudales para que solo puedan disfrutarlo unos pocos privilegiados. Está ahí mismo, al lado tuyo, justo en donde está ese hueco libre para que puedas dar el primer paso que conduce hacia tu propia felicidad.
CICLOTIMIAS
Escribe, que algo queda.
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