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Ciberactivismo y democracia

Martes, 07 de Junio de 2011
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En Wikipedia se define el ciberactivismo como “el conjunto de técnicas y tecnologías de la comunicación, basadas fundamentalmente en internet y telefonía móvil, asociadas a la acción colectiva o desobediencia civil, bien en el espacio virtual, bien en el plano real”. Esta nueva forma de actividad social orientada a provocar, a través de manifestaciones y protestas de todo tipo, cambios políticos ha transformado sustancialmente en todo el mundo el modo en que la ciudadanía se expresa y se moviliza en el ámbito de la política. En España, el pasado 15 de mayo, tras las multitudinarias manifestaciones en diversas ciudades, se puso de manifiesto la potencia de convocatoria y de coordinación que tiene este nuevo modo de activismo político: en torno a la plataforma creada en internet denominada “Democracia real ya!”, múltiples espacios de participación virtual, numerosos colectivos y organizaciones, un sinfín de “perfiles” personales y un cuantioso número de ciudadanos y ciudadanas consiguieron realizar una notoria protesta cívica, pacífica y ciudadana, como nunca antes se había visto. Desde lo virtual se había canalizado una amplia movilización de personas que, voluntariamente, habían promocionado la propuesta de manifestación, se habían aplicado a pegar carteles, a contactar con todo tipo de colectivos sociales y a facilitar los requisitos legales y los medios materiales para hacerla posible. En todo ese proceso, las redes de internet tuvieron una importancia medular. Como es sabido, a continuación de las manifestaciones surgió un fenómeno mucho más notable: la creación de ágoras políticas permanentes en las principales plazas de varias ciudades, en torno a un núcleo de acampadas libres y solidariamente sostenidas. Así, la afirmación cívica de un día se transformaba en un movimiento social plural, participativo y de interacción democrática directa. Los grandes medios de comunicación, mal que bien, han seguido la evolución de esta inusitada manifestación de protagonismo popular. Y la comunidad internacional la ha denominado –signo de los tiempos que corren y de la frustración popular generalizada- como “la revolución española”. La soberana paliza que recibieron en la Plaza de Cataluña cientos de pacíficos ciudadanos y ciudadanas a manos (y porras) de las fuerzas del orden el pasado 27 de mayo, retransmitida en directo a todo el mundo, no hizo sino que acrecentar el prestigio del proceso y demostrar las virtudes cívicas de la gente en las acampadas frente a la inmoralidad y la obsolescencia de los métodos violentos que la autoridad sigue utilizando como medio para amedrentar al pueblo cuando este se indigna y lo manifiesta. Con todo, a día de hoy, cómo va a transcurrir este fenómeno de ocupación y uso pacífico alternativo de los espacios públicos, es algo que se está discutiendo mucho en las asambleas de las acampadas, en la sociedad civil y sus organizaciones y el ámbito del análisis político y de la intelectualidad. Más allá de la pretensión de extender las ágoras democráticas –que no las acampadas- a las plazas de los barrios y los pueblos, multitud de opinadores bien pensantes están insistiendo la conveniencia de “liberar” las plazas y volver a internet para seguir organizando, desde el ciberactivismo, acciones de protesta y propuestas de cambio puntuales en el mundo real. No obstante, en casi todos esos espacios de discusión parece que se está olvidando lo obvio: mientras que, con todas sus imperfecciones, dificultades e incertidumbres, en las plazas “ocupadas” se está realizando un auténtico experimento humano de relación democrática horizontal, participativa e inclusiva entre gente real, en internet las páginas web no son asociaciones democráticas, sus foros no son asambleas democráticas y los administradores de unas y otros no son representantes democráticos. Y para colmo, los “perfiles” de las redes -donde sus creadores casi siempre se esconden en el anonimato tras nombres e imágenes figurados-, tampoco tienen las condiciones que nos hacen ciudadanos. Es tal la euforia -y también la comodidad, pues se puede practicar desde casa- que para muchos ha generado la irrupción del ciberactivismo en nuestras sociedades que se están olvidado de lo lejos que está, hoy por hoy, este medio de comunicación de ser democrático: ciberactivismo no es ciberdemocracia. No confundamos los medios con los fines y mantengamos despierta nuestra atención si queremos mejorar lúcidamente nuestra sociedad y nuestro mundo, pues como nos muestra la historia, en los asuntos humanos hay infinitas maneras de equivocarse y no tantas de acertar.
Xavier Aparici Gisbert. Filósofo y secretario de Redes Ciudadanas de Solidaridad.
http://bienvenidosapantopia.blogspot.com.
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