Me sorprende que a estas alturas de la realidad política municipal y sus evidentes vicios ocultos, todavía persista aquí, en esa ‘casa de Atreo’ que es la NC de Tirajana-Maspalomas, una figura, un hombre, que encarne los paradigmas de la diplomacia y de la lealtad con la asombrosa humildad y la honrosa condescendencia que lo hace el amigo Blas Ramón Ortega Guedes. Con todas sus letras.
Pese a las pequeñas trastadas y las grandes putadas que le han hecho en diferido y en directo a lo largo de toda esta legislatura, tanto Mari Pino Torres como otros de sus compañeros de filas, el sexto teniente de alcalde y concejal de Desarrollo Local se ha mantenido en todo momento fiel a su partido y al servicio de la alcaldesa, como el escudero Sancho al Quijote pese a las indecisiones que demostraba el hidalgo atormentado por sus locuras visionarias.
Quizá por ostentar la Concejalía de Recursos Humanos, o quizás por ese alto grado de solidaridad que le caracteriza y que ha demostrado supliendo en todo momento las ausencias injustificadas de sus compañeros en los actos públicos, fue de mérito y para un reconocimiento de alcance frente a sus cortos detractores, ver a este concejal del Castillo del Romeral mantener el tipo sentado junto a una alcaldesa impuntual y ajena al mundo real, el pasado lunes 18, en la rueda de prensa que aquella ofreció para disculpar públicamente su anómala actuación en el caso del Secretario municipal. Esa ha sido la constante.
Pero pese a sus servicios, pese a su preparación, pese a su inteligencia y su natural carácter dialogante, su seriedad y sus responsabilidad, pese a su capacidad de observación y de análisis, y también de aguante, que lo tiene y sobrado, la NC en la que milita Blas Ramón Ortega Guedes no admite su valía y, después de su voto de oposición a la macrocárcel, dicen de él que es un deslenguado. Y se lo han ventilado de malas maneras.
Pese a sus servicios leales, pese a ser una persona conocida, con un nombre y respeto público, pese a vestir siempre con la misma chaqueta política, Blas Ramón no forma parte de la lista electoral de NC para el próximo 22 de mayo. Él lo tiene claro. Y lo dice abiertamente, sin tapujos para aquellas y aquellos que quieran entenderlo, “por si a alguien le quedan dudas: no se han dado las condiciones para que yo esté en esa lista (…) no hubo atención (…) colaboraré para que mis compañeros, viejos y nuevos, estén en el próximo gobierno de San Bartolomé (…) estaré a disposición de mi partido hasta el último pleno…”
¿Y después?. Después también, claro está si se dan las circunstancias adecuadas, porque -dice él- “no podré estar donde no se me quiera, donde no se me aprecie”. Y donde no se le respete, añado yo.
Él tiene claro que ante la vorágine no se complicará la existencia, como tampoco hicieron antes otros que creyeron y apostaron por él. Si ese ha de ser el devenir, Blas no se resistirá a servir de merienda antropofágica a ese Cronos de partido que cíclicamente, elecciones tras elecciones, de manera impúdica y por celos, devora y dilapida sus mejores bazas, sus semillas crecientes apenas recién plantadas. Ya lo hicieron con fundadores e históricos. Como en la Casa de Atreo, donde los descendientes mataban a los suyos por una maldición cimentada en Pélope, el hijo descuartizado que Tántalo ofreció de banquete al Olimpo, y al que los dioses revivieron para dejar constancia de que las maldiciones no desaparecen simplemente por desearlo.
Blas Ramón Ortega afirma que no guarda “enfado, ni rencor,” hacia los suyos y sus mezquindades. Él prefiere mantener secretamente el verdadero calificativo que en su opinión merece el comportamiento pueblerino y generalizado de su banda. Yo, por lo poco que sé de este buen concejal que ha intentado en todo momento administrar lo público con coherencia y agilidad pese a los obstáculos, adivino que ese adjetivo que guarda con discreción es el de un hombre ‘defraudado’ que está hasta los mismísimos cojones. Por tanta ineficacia y zoología ideológica.
Y ante este edificante ejemplo, quizá las nuevas generaciones nacionalistas sureñas que meditan sobre el poder debieran preguntarse por el precio de la servidumbre y, a la vista de sanguinario linaje de Zeus, cuestionarse ¿a qué madre o padre guardar lealtad si ambos repudian nuestro amor y sobrevivimos emocionalmente en un eterno conflicto interno y externo de sus inevitables intereses?.
Está demostrado que toda toma de conciencia debe pagarse con dolor. Quizá pueda servir de ayuda la lectura que ofrece Francisco Álvarez Hidalgo en su Soneto Nº 26 de la serie Luminarias:
“(…)Cronos, por el augurio precavido,
tras los bloques del tiempo es su vigía,
y en aras de su megalomanía
devora cada nuevo hijo nacido.
Déspotas vinculados al gobierno
inmolarán sus hijos en la guerra,
persiguiendo una estúpida ambición.
Y extenderán la furia del infierno
a la sangrienta y calcinada tierra,
y esa será su gloria y su blasón”.
Ánimos, Blas.
Pese a las pequeñas trastadas y las grandes putadas que le han hecho en diferido y en directo a lo largo de toda esta legislatura, tanto Mari Pino Torres como otros de sus compañeros de filas, el sexto teniente de alcalde y concejal de Desarrollo Local se ha mantenido en todo momento fiel a su partido y al servicio de la alcaldesa, como el escudero Sancho al Quijote pese a las indecisiones que demostraba el hidalgo atormentado por sus locuras visionarias.
Quizá por ostentar la Concejalía de Recursos Humanos, o quizás por ese alto grado de solidaridad que le caracteriza y que ha demostrado supliendo en todo momento las ausencias injustificadas de sus compañeros en los actos públicos, fue de mérito y para un reconocimiento de alcance frente a sus cortos detractores, ver a este concejal del Castillo del Romeral mantener el tipo sentado junto a una alcaldesa impuntual y ajena al mundo real, el pasado lunes 18, en la rueda de prensa que aquella ofreció para disculpar públicamente su anómala actuación en el caso del Secretario municipal. Esa ha sido la constante.
Pero pese a sus servicios, pese a su preparación, pese a su inteligencia y su natural carácter dialogante, su seriedad y sus responsabilidad, pese a su capacidad de observación y de análisis, y también de aguante, que lo tiene y sobrado, la NC en la que milita Blas Ramón Ortega Guedes no admite su valía y, después de su voto de oposición a la macrocárcel, dicen de él que es un deslenguado. Y se lo han ventilado de malas maneras.
Pese a sus servicios leales, pese a ser una persona conocida, con un nombre y respeto público, pese a vestir siempre con la misma chaqueta política, Blas Ramón no forma parte de la lista electoral de NC para el próximo 22 de mayo. Él lo tiene claro. Y lo dice abiertamente, sin tapujos para aquellas y aquellos que quieran entenderlo, “por si a alguien le quedan dudas: no se han dado las condiciones para que yo esté en esa lista (…) no hubo atención (…) colaboraré para que mis compañeros, viejos y nuevos, estén en el próximo gobierno de San Bartolomé (…) estaré a disposición de mi partido hasta el último pleno…”
¿Y después?. Después también, claro está si se dan las circunstancias adecuadas, porque -dice él- “no podré estar donde no se me quiera, donde no se me aprecie”. Y donde no se le respete, añado yo.
Él tiene claro que ante la vorágine no se complicará la existencia, como tampoco hicieron antes otros que creyeron y apostaron por él. Si ese ha de ser el devenir, Blas no se resistirá a servir de merienda antropofágica a ese Cronos de partido que cíclicamente, elecciones tras elecciones, de manera impúdica y por celos, devora y dilapida sus mejores bazas, sus semillas crecientes apenas recién plantadas. Ya lo hicieron con fundadores e históricos. Como en la Casa de Atreo, donde los descendientes mataban a los suyos por una maldición cimentada en Pélope, el hijo descuartizado que Tántalo ofreció de banquete al Olimpo, y al que los dioses revivieron para dejar constancia de que las maldiciones no desaparecen simplemente por desearlo.
Blas Ramón Ortega afirma que no guarda “enfado, ni rencor,” hacia los suyos y sus mezquindades. Él prefiere mantener secretamente el verdadero calificativo que en su opinión merece el comportamiento pueblerino y generalizado de su banda. Yo, por lo poco que sé de este buen concejal que ha intentado en todo momento administrar lo público con coherencia y agilidad pese a los obstáculos, adivino que ese adjetivo que guarda con discreción es el de un hombre ‘defraudado’ que está hasta los mismísimos cojones. Por tanta ineficacia y zoología ideológica.
Y ante este edificante ejemplo, quizá las nuevas generaciones nacionalistas sureñas que meditan sobre el poder debieran preguntarse por el precio de la servidumbre y, a la vista de sanguinario linaje de Zeus, cuestionarse ¿a qué madre o padre guardar lealtad si ambos repudian nuestro amor y sobrevivimos emocionalmente en un eterno conflicto interno y externo de sus inevitables intereses?.
Está demostrado que toda toma de conciencia debe pagarse con dolor. Quizá pueda servir de ayuda la lectura que ofrece Francisco Álvarez Hidalgo en su Soneto Nº 26 de la serie Luminarias:
“(…)Cronos, por el augurio precavido,
tras los bloques del tiempo es su vigía,
y en aras de su megalomanía
devora cada nuevo hijo nacido.
Déspotas vinculados al gobierno
inmolarán sus hijos en la guerra,
persiguiendo una estúpida ambición.
Y extenderán la furia del infierno
a la sangrienta y calcinada tierra,
y esa será su gloria y su blasón”.
Ánimos, Blas.






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