La formación y evolución de la sociedad ingeniense está plenamente identificada con la agricultura y ganadería como medio de supervivencia. Pequeñas labranzas con vacas, cabras bestias de carga y aves de corral se extendían por toda nuestra geografía rural. No faltando en estas unidades agrícolas los cochinos estabulados en chiqueros que se alimentaban con las sobras de las comidas caseras llamadas “fregaduras” así como alimentos de desecho como hierba, pequeñas piñas, frutas (higos y tunos) y alguna “ración de millo” cuando era para engorde. La mayoría de las familias, aunque no fueran labradores, tenían su “cochina” que con el producto de sus partos se aprovechaba para tapar algunos “agujeros” en la precaria economía familiar de antaño. Los “lechones”, aproximadamente a los cuarenta días eran vendidos a los cochineros teniendo un valor superior los machos (previamente castrados) a las hembras. Después de cerrado el trato de palabra, siempre respetado por las partes, lo cochineros se encaminaban por distintas rutas a lo largo de toda la geografía de Gran Canaria, teniendo en general cada cochinero su propio itinerario, respetado siempre por los demás. Cargados en serones sobre los lomos de sus bestias nuestros cochineros pasaban varios días fuera. El grito de ¡¡cochinos!! retumbaba en los rincones más inhóspitos, siendo la presencia de estos singulares comerciantes “los cochineros del Ingenio” sello de identidad de una profesión que el paso inexorable del tiempo ha hecho desaparecer pero que ha dejado en los habitantes de nuestro municipio un gentilicio que, si bien, en una época anterior pudo ser peyorativo hoy es altamente valorado.
Las cochinas desechadas para el parto o los cochinos de engorde eran vendidos a los “marchantes” que detallaban su carne en la lonja municipal o sacrificados por sus dueños para luego vender la carne a conocidos y familiares, aprovechando para la casa las sobras o subproductos, tales como el tocino que se guardaba salado en barricas para gastar posteriormente en las propias casas, productos derivados como las dulces morcillas y los sabrosos chorizos que tan bien sabían hacer nuestros antepasados, incluso con las “gualdrapas” que embadurnadas con gofio se elaboraban los ricos “chicharrones”.
Como epílogo, varias citas que ilustran la tradición cochinera:
“Que acercándose como se acerca el día de nuestra patrona y Señora la Virgen de la Candelaria, se le haga saber a todos los vecinos que deben sujetar todos los cochinos que sueltos los tengan y de lo contrario pagar las multas por ley” (Bando del Alcalde, 1836).
“El Ingenio es un pueblo extraordinariamente trabajador, hacen escobas, esteras serones, espuertas; crían cochinillos con tal esmero que su arte les permite ir por toda la isla, por los más apartados rincones a venderlos sacando de ellos gran provecho y ganancia” (Luis Morote, 1909).
“…Famosos “chanchos” de Ingenio que sin pasarse de grasas dan unas carnes magras que son el contento de los que entienden de esto…” (Prensa, 1957).

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