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Sentados

Viernes, 15 de Abril de 2011
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Así como toda flor se marchita y toda juventud cede a la vejez, así florece cada grado de la vida, florece toda virtud y sabiduría a su tiempo y no debe permanecer eterna… Grados de Herman Hesse El nuevo libro de Santiago Gil, SENTADOS, (Anroart Ediciones, 2010) es un elogio a la vejez y al amor, a la indagación de la soledad humana en el final de la vida, en las paradojas de la existencia. Un narrador que va indagando a un anciano que vive en una gran ciudad, a un anciano que el tiempo le envejece y le llena de tristeza, de insatisfacción, de soledad. Un narrador que nos muestra la incomunicación y el desasosiego de las grandes ciudades donde se mueven seres carcomidos por el tiempo, seres soñadores y nostálgicos, seres que palpan la alegría de lo que vivieron, y el dolor de lo que tendrán que dejar detrás. Seres que se aferran a las locuras y a las contradicciones de la vida. Un narrador que nos muestra el desplome del género humano, que nos va descubriendo la verdad oculta de cada personaje, esa fabulación del amor que une a las personas. Las ensoñaciones y los deseos incumplidos. La estructura novelística de SENTADOS es bastante particular, constituida por tres relatos o miradas distintas pero bien hilvanadas y complementarias. En la primera de ellas introduce el personaje de Anselmo, un anciano más de las grandes ciudades, que lleva una vida, como casi todo el mundo. Cotidiana. Un hombre que tiene conciencia de la muerte pero que está lleno de fuerza frente a la jubilación y a la soledad. Lleno de recuerdos. En el segundo relato la protagonista es Ana, una mujer que nos dibuja sueños de encuentros y partidas, historias de ella y de él, historias que se entremezclan en sus vidas. Y el tercer y último relato es el punto de unión de Ana y Anselmo. Los personajes reconstruyen sus pasos sobre uno de los barrios más entrañables de Madrid, de Lavapies y de las puertas de aquel Madrid que nos describía Galdós. Pero que hoy es una ciudad llena de voces, de ruidos, de sirenas de coches, de discotecas. Y a medida que avanza el texto, avanza la historia de unos personajes que se meten cada vez más en el círculo dramático del destino. Pero Anselmo se entrega a sus recuerdos, a la felicidad con que desea vivir cada día, a las anécdotas, a su vida interior. Y lo hace a través de un diario. Él nunca ha escrito un diario. Lo ha ido pensando, pero no lo ha escrito. Los compró por salvarlos. No pensaba escribirlos, pero al llegar a casa le dio mucha pena ver todas las hojas en blanco. Temía lo mismo que con la perra: le daba miedo dejarlos a medias si se moría. Una visión afable sobre la vejez, una trama donde se relata los lazos sentimentales entre Ana y Anselmo. Unas emociones que nos arranca una sonrisa. Yo los domingos, después de comer algún menú barato cerca del Rastro, me suelo meter en el cine a dejar que pase la tarde. Es lo que haré hoy. No sé que película voy a ver. Me da igual la película. Lo único que necesito es la oscuridad de la sala para poder soñar que soy feliz y que Ana está a mi lado lo que dura la proyección… A Santiago Gil le gusta decir que es primero periodista y después escritor. Le encanta indagar en la memoria, así lo muestra en su libro de infancia titulado “Música de papahuevos”. Tiene publicadas novelas, relatos, libros de poemas, de aforismos y una recopilación de artículos periodísticos que lleva por título Psicografías. SENTADOS es una historia casi mágica que te seduce. Una aventura sobre la vida de la vida, una aventura formada por una pareja de ancianos y una perra llamada Gilda. Una narración llena de ternura pero atravesada por la deshumanización y el desarraigo de las grandes ciudades. Con un final tan creíble y tan tierno que a mi se me puso un nudo en el corazón.
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