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Los mundos de una ciudad

Martes, 21 de Diciembre de 2010
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Estos días todas las grandes ciudades lucen sus mejores galas y luminosidad para celebrar estas fechas de Navidad. La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria es una de ellas. Sin embargo, detrás de toda esa algarabía puede uno descubrir, si no se deja llevar por las prisas y el ritmo frenético, una serie de “mundos” con unas características muy propias y distintos entre sí. Son distintos mundos dependiendo de la zona de la ciudad por donde nos movamos. Frente a la algarabía, los adornos, la música, el bullicio del ir y venir de personas en las grandes zonas comerciales, nos encontramos con otras zonas en la que todo parece distinto. En la zona hospitalaria, por ejemplo, nos encontramos con un ambiente totalmente opuesto. Allí las caras de alegría dejan paso a las caras de preocupación, la alegría a la tristeza, el bullicio al silencio porque allí hay una gran cantidad de personas padeciendo el dolor de una enfermedad propia o la de un familiar. Siempre me ha llamado la atención cómo las prisas, los sonidos, los ruidos, el tráfico que rodea a los hospitales quedan aletargados, minimizados cuando uno entra en alguno de ellos. Cómo la ambición por ser más, queda a un lado cuando entras en un recinto donde la vida de muchos puede estar pendiente de un hilo, donde por mucho dinero que tengas puedes estar en el mismo nivel de aquella otra persona que apenas tiene nada. Un recinto en el que día a día se están escribiendo capítulos de solidaridad, de paciencia y hasta de heroísmo que nunca llegan a los medios de comunicación. Un sitio donde el dolor por lo inevitable, se confunde con la alegría del que ha podido superar su dolencia, donde la pérdida de un ser querido contrasta con la alegría de un nuevo nacimiento. Un sitio lleno de resignación y también de esperanza. En otra zona de la ciudad, concretamente en la zona del Salto del negro, hay un colectivo de personas privadas de libertad, con unas historias detrás, que son distintas porque distintas son también las vidas de cada una de ellas y las circunstancias por las que están allí. Circunstancias que, por múltiples razones, no siempre han podido ser controladas. Evidentemente, la situación de los hospitales y la de un centro penitenciario es diferente, pero tienen algo en común: los dos albergan a personas muchas veces olvidadas por la sociedad y más aún en estas fechas en la que, para muchos, sólo parece existir el bullicio de las zonas comerciales. . Hay también otro mundo en la ciudad que puede pasar más desapercibido. Es el mundo en que se encuentran inmersas muchas familias a causa de la crisis económica que ha entrado en sus vidas dejándoles sin trabajo y sin ilusión, enfrentándose a una situación inesperada y teniendo que acudir a la ayuda de los demás. Son personas que han cambiado el perfil de los necesitados, hasta ahora asociado a la indigencia y a la marginación, son personas que hasta hace poco tiempo tenían su trabajo y sus posibilidades económicas y se han quedado sólo con las deudas que tienen que pagar. Son cuatro mundos distintos dentro de una misma ciudad. Son situaciones dispares ante unas fechas en las que todo parece moverse al compás de la alegría, de la algarabía, de la luz, de la música, del ir y venir, de las prisas. Son situaciones dispares que hay también que tener en cuenta en estas fechas en las que, ante toda esa algarabía, debe prevalecer la solidaridad hacia todas las personas que lo están pasando mal y teniendo para ellas un reconocimiento a su situación y el deseo de que muy pronto puedan liberarse del dolor, de la incertidumbre, de la tristeza y de la soledad.
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